James Madison era Presidente y aún no existían los automóviles.
Los planificadores urbanísticos de hace 3 siglos ya preveían que aquella ciudad algún día albergaría a millones de ciudadanos y necesitarían un diseño racional y versátil. Con una cierta inspiración en la clásica organización del campamento romano en cardo y decumanus, la isla de Manhattan se configuró como una parrilla tras nivelar millones de metros cúbicos de tierra y piedras a fin de que se organizasen las manzanas de edificios, aceras y zonas arboladas en que sus ciudadanos conviviesen con armonía, tanto peatones como conductores, y así según decía el filósofo francés Roland Barthes “cada indivíduo pudiera ser de forma poética el propietario de la capital del mundo“.
Las calles se diseñaron anchas para que en caso de incendios no se convirtiesen en atolladeros, y con sus edificaciones rectas y en ángulos rectos como sistema constructivo más barato y eficaz. Si queréis comparar el pasado y el presente aquí tenéis la oportunidad de navegar de forma interactiva por un callejero superpuesto de ambos períodos temporales, 1811 y hoy, gracias a la tecnología de GoogleMaps. ─Antonio Rentero [The New York Times]
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