Empezar un nuevo negocio es siempre complicado y uno de los grandes retos a los que se debe enfrentar cualquier startup en sus primeros meses de vida es el de hacer frente a sus gastos cuando todavía no tiene ingresos suficientes. Todas esas facturas inevitables que se acumulan deben ser pagadas, pero ¿de verdad es necesario gastar todo lo que se gasta? ¿cómo detectar los gastos que son prescindibles y diferenciarlos de las inversiones necesarias?
Saber reducir costes es clave para ayudar a que una startup crezca de forma más tranquila y se pueda trabajar en el proyecto de forma más holgada. ¿Cómo hacerlo? Estos son cuatro consejos clave para hacer que una startup gaste menos dinero:
1. Tener un presupuesto (y cumplirlo). Parece una tontería, una obviedad que no debería ser mencionada, pero una vez que la startup existe aparecen muchas tentaciones de romper ese presupuesto. Suponiendo que exista, claro. La idea es planear muy bien cómo se van a repartir los gastos e intentar hacerlo de forma realista. Y después lo más difícil: cumplir esas reglas que el emprendedor se ha autoimpuesto, para lo que hay que hacer un seguimiento muy cercano de cómo se está gastando el dinero. Reserva un tiempo semanal para esta tarea.
2. Flexibilidad. Aquí toca romper esa primera regla: si el presupuesto planeado no se ajusta a la realidad con la que se encuentra la startup, es importante saber ser flexible para cambiarlo. Quizá no sean necesarios los equipos informáticos más caros y quizá puedas sobrevivir trabajando con externos antes de contratar a tantos empleados como querías. ¿Cuáles son las necesidades básicas y reales de la startup? Descarta el resto, al menos de momento.
3. Reducir gastos no significa ser cutre. Una de las tareas más difíciles: saber distinguir en qué se puede ahorrar y en qué es mejor mantener esa inversión. Lo más caro no es siempre lo mejor, pero lo más barato es muchas veces así por alguna razón (y puede acabar saliendo caro). Lo mejor es investigar herramientas y precios, y conseguir opiniones de clientes de todos tus posibles proveedores.
4. Invertir en ayuda financiera. Es uno de esos clásicos desembolsos que son claramente una inversión y no un gasto. Tener algún tipo de asesoría que ayude a gestionar todos los temas financieros, que sepa por dónde se puede ahorrar y ayude a mantener un presupuesto realista es una decisión que suele desembocar en muchos beneficios a largo plazo y en un claro ahorro de costes.
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