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Al borde de la legalidad

Buscando el término medio

La decidida campaña de la DGT para acabar con los excesos de velocidad comenzó hace un par de años, y desde entonces el número de radares fijos y móviles instalados en toda clase de carreteras no ha parado de crecer. Sus defensores afirman que gracias a ellos, y al miedo de muchos conductores a sufrir una sanción, ha disminuido la velocidad media de conducción y con ello, el número de accidentes. Por su parte, los detractores lo ven como una manera rápida de cazar de despreocupados conductores que, gracias a las cuantiosas multas, sirven para enriquecer las arcas públicas.

Lo cierto es que hay opiniones para todos los públicos y frente a los locos del volante que conducen a velocidades extremas, están, la mayoría, los que piensan que el límite de los 120Km/h se ha quedado un poco anticuado.

En cualquier caso, en nuestro país han proliferado diferentes sistemas para detectar los excesos de velocidad en las carreteras, fundamentalmente en los llamados puntos negros, o en los que habitualmente hay una clara tendencia de circular por encima de los límites de seguridad.

Tipos de radares

Estos detectores de velocidad, o radares, pueden ser fijos o móviles. Los primeros son instalados en pórticos, incorporaciones, circunvalaciones y lugares de alta densidad de tráfico. Como es lógico, su actividad tiende a reducirse con el tiempo, desde el momento en que los conductores están sobre aviso de su ubicación. Sin embargo y aún así, obtienen el objetivo deseado: obligar a disminuir la velocidad. Los radares móviles, por su parte, suelen instalarse en vehículos específicamente preparados para desarrollar esta función, o bien se colocan sobre trípodes que los agentes de seguridad cambian de ubicación.

Además de la diferenciación anterior, los radares se diferencian también por su tecnología de detección. Los más habituales están basados en la emisión de ondas radioeléctricas que calculan la diferencia de tiempos que tardan en regresar dichas ondas desde el objeto detectado. De esta forma, se realizan dos mediciones que calculan la distancia al objeto, hallándose la velocidad empleada en recorrer esta distancia determinada.

Alternativamente a ellos, se han desarrollado los de tipo láser, que utilizan un haz de luz láser que se hace reflejar contra un vehículo, calculándose de esta forma el tiempo que tarda en ser reflejado el haz de luz. Las diferencias entre ambos son enormes, sobre todo en cuanto a efectividad, distancia de detección y, sobre todo, en dificultad para ser correctamente detectados.

Por último, respecto a la tecnología de detección hay desarrollos paralelos, algunos en proceso de estudio y otros que están en desarrollo. Así, por ejemplo, en una circunvalación de Madrid podremos encontrar un radas instalado en un pórtico que calcula el tiempo que nuestros vehículo tarda en atravesar dos haces láser colocados en la base del mismo y en un espacio de unos pocos centímetros, calculando de esta manera la velocidad a la que circulamos. Detectada la velocidad, un sistema fotográfico de alta precisión ubicada en la parte superior del pórtico enfoca y retrata nuestro coche.

Junto con estos tipos de radares de los que hemos hablado, hay alternativas más sorprendentes que por el momento son rumores pero que podrían convertirse en realidad en un determinado periodo de tiempo. Así, se comenta que a se encuentra en desarrollo un sistema basado en cámaras que son capaces de retratar e interpretar nuestra matrícula en un determinado punto para, cierta distancia más adelante, calcular el tiempo invertido en recorrer dicha distancia.

De esta forma, si se tarda menos de lo que hubiese sido razonable circulando dentro de los límites de velocidad, nuestra matrícula será registrada para generar una infracción.

Sistemas de detección

El principal problema es que en nuestro país es ilegal utilizar un sistema de detección de radas mientras conducimos para conocer de antemano la ubicación física de estos elementos. Sin embargo, y aunque parezca contradictorio, no es ilegal poseerlos. Esto, en la práctica, quiere decir que podríamos circular con un detector de radar apago en la guantera sin que nos pudieran multar. Por otra parte, hay quien prefiere pagar los 90 euros de multa y la pérdida de dos puntos del carné por tener el detector que arriesgarse a tener una multa por exceso de velocidad.

Los actuales sistema de detección de radar basan su tecnología en un sistema de barrido de frecuencias que analizan el espectro de las bandas X (10.525 GHz), K (24.150 GHz) y Ka (34.700). Estas son las diferentes bandas de frecuencias en las que trabajan actualmente los radares en nuestro país. La banda X es la más antigua y menos utilizada, por lo que muchos expertos aconsejan desactivar su detección, evitando falsas alarmas. Los modelos más avanzados de radares incluyen sistemas para detectar el haz láser de los radares basados en esta tecnología. Aunque desde el momento en que estemos siendo enfocados por un láser difícilmente tendremos tiempo de reaccionar y frenar para evitar la multa.

Los detectores de radar se pueden dividir en dos tipos, de instalación fija o móvil, Los primeros son más efectivos, pero son más caros y no podremos cambiarlos entre diferentes coches, al tiempo que deberán tener una correcta instalación si queremos obtener un buen resultado. Normalmente la antena se coloca en la parrilla del radiador, donde las ondas de radio llegan sin problemas ni obstáculos. Con ellos se logran los mejores ratios de detección y eficacia, además de ser los más discretos y difíciles de detectar por parte de las autoridades en un simple control visual. Entre los modelos más conocidos y famosos del momento, podemos nombrar el 975R de Beltronics.

Los detectores móviles son, por su facilidad de uso y precio la opción preferida. La diferencia estará en su calidad y capacidad de recepción. Incluso los más reputados modelos del mercado tienen problemas de efectividad. La razón es que estos sistemas portátiles suelen ir instalados en el salpicadero, tras la luna del coche, lo que hace que las señales radioeléctricas lleguen muy debilitadas.

La mayor ventaja de los detectores portátiles es que, dado que suelen incorporar un soporte basado en ventosas y se alimentan a través de un cable conectado al mechero, resultan muy sencillos de cambiar entre diferentes coches y, en caso de necesidad, ser desconectados y escondidos rápidamente.

Mientras que el precio de un detector fijo ronda los 1.000 euros, el de un buen sistema móvil ronda los 400 euros, siendo uno de los más reputados del momento el Passport 8500 X50 de fabricante Escort.

Redacción

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