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Año 1 d.J. (después de Jobs)

Poco sospechaba Jonathan Mark, estudiante de diseño de Hong Kong que su ocurrencia de aprovechar el bocado del logotipo de Apple para siluetearlo con el perfil de Steve Jobs iba a cosechar tanto éxito.

Casi puede decirse que se convirtió en la imagen oficial de la desaparición física de Steve Jobs. Y específicamos “física” porque su legado dista mucho de haberse desvanecido. La empresa más importante del mundo por capitalización bursatil, la marca más valiosa, la que acumula más predominio de mercado en diferentes áreas, la que parece haber establecido nuevos cánones en cuanto a diseño, presentación, lanzamiento, comercialización y desarrollo de productos, contenidos y servicios.

Incluso si se es partidario de otro tipo de soluciones pertenecientes a la competencia, resulta innegable que Apple juega un importante papel como actor en varios frentes que hasta cierto punto determinan la manera de jugar las propias cartas.

Y aunque la fuerte personalidad de Steve Jobs imprimió de manera indeleble su carácter en todo lo que concierne al Universo Apple también hay que reconocer que con la llegada de Tim Cook a la dirección de la empresa algunas cosas parecen haber cambiado notablemente.

Desde que se sorprendiese a quienes están bien informados de la intrahistoria de la compañía al anunciar reparto de dividendos algo que jamás se había hecho en vida de Steve Jobs) hasta destinar dinero a causas benéficas (otra de las acciones que nunca realizó Jobs) pasando por el “dilema” de qué hacer con 95.000.000.000€ (has leído bien, noventa y cinco mil millones de euros) en dinero contante y sonante procedente de los ingresos en caja de las tiendas Apple Store de todo el mundo. Decisión salomónica, al destinar una mitad a autoinversión en acciones propias y reparto de dividendos mientras la otra se destina a compra de patentes.

Quizá en los últimos tiempos hemos asistido a fenómenos decididamente inusuales en vida de Jobs: aplicaciones que no salen todo lo bien que Apple desaría (Mapas) y posterior e inédita petición de perdón con recomendación de herramientas de la competencia. Aquí es cuando puedes decir “esto con Jobs no pasaba”.

Como en otros casos en los que la fuerte personalidad del líder mediatiza la marcha de la empresa tras su muerte (véase Disney) toca renovarse (aunque sea sin prisas) o morir. De momento en Cupertino no se están abordando revoluciones estruendosas, lo que provoca que algunos hablen de que “se está viviendo de las rentas de Jobs”.

En ese sentido un dispositivo como el iPhone5 puede no parecer tan revolucionario como otros anteriores que sí parecieron crear nuevos paradigmas tecnológicos. No siempre inventando el agua fría pero con frecuencia vendiéndola embotellada en un frasco muy apetecible y además con un sabor y unas propiedades más que estimables.

Por el momento la última gran revolución que nos legó Jobs parece ser el iPad, un dispositivo que realmente ha supuesto un antes y un después en usos recreativos y profesionales pero ni los MacBook grandes que reeditan el éxito del Air, ni un iPhone5 que a pesar de su potencia o interesantes prestaciones no deja de parecer a primer golpe de vista un iPhone4 alargado, constituyen esa sorpresa casi en forma de giro copernicano que años atrás suponían las presentaciones de Apple.

A eso habría que sumarle una constante que en los últimos años parece conjugarse para eliminar parte de la expectativa y la sorpresa de dichas presentaciones dado que es cada vez más habitual que con meses de antelación dispongamos de información en forma de rumores, fotografías filtradas de prototipos o unidades preliminares y especificaciones a cuál más minuciosa sobre qué presentará la empresa próximamente.

Hasta tal punto que si como viene siendo habitual últimamente y se confirman todos los datos que se han ido conociendo, prácticamente sabemos todo (forma, tamaño, medidas, componentes, colores, materiales…¡hasta el precio!) de un dispositivo, el presunto iPad Mini que en teoría se presentará en un par de semanas aunque Apple de momento no ha confirmado absolutamente nada.

¿Indica todo esto que se ha acabado la magia de Apple? ¿La muerte del carismático líder ha supuesto un frenazo en el legado de su empresa?

Puede ser discutible pero también resulta irrebatible la buena marcha de la misma, con productos que gozan de gran aceptación, que constituyen casos de estudio (cuesta encontrar otro móvil o tablet por el que la gente haga colas durante horas el día de su lanzamiento) y que suelen ser líderes en sus nichos correspondientes.

Tim Cook no es Steve Jobs y le toca escapar de una sombra tan alargada como estrecha de manera que imponga su personalidad en el rumbo que toma ahora la nave, con decisiones inéditas como las ya mencionadas de reparto de dividendos, petición de perdón o aportación de fondos a causa solidarias. Jobs nos deja un legado de ejemplo vital y empresarial del que no todo es imitable pero sí merece atención, si no como modelo al menos como ejemplo, pero Apple debe seguir encontrando su propia senda y el terreno cambia continuamente.

Puede que ya no sea tan sencillo revolucionar tanto con un solo dispositivo en tan poco tiempo (el iPhone no tiene ni 10 años de vida, el iPad ni 5) pero quizá no haya que perder tan pronto la confianza en que incluso sin Steve Jobs al frente en Apple no puedan seguir sorprendiéndonos con ese “one more thing“.

Antonio Rentero

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