El ser humano lleva implícito en su naturaleza la comunicación.
Pero todos los extremos son negativos, y comunicarse en demasía puede afectar a otras parcelas de nuestro comportamiento. No importa qué hagas en tu tiempo de ocio (aunque también hay quien teoriza sobre la productividad del ocio) pero el problema surge cuando interfiere en tu trabajo el hecho de dedicar más tiempo de la cuenta a comunicaciones personales a través de Internet en la jornada laboral.
Llegas a la oficina y consultas los mails y las cuentas de las redes sociales. A lo largo de la mañana de vez en cuando te llega alguna notificación o piensas en enviar algún mensaje. Antes de salir a comer actualizas tu estado y contestas algunos mensajes o ves las fotos de los amigos. Y por la tarde otro tanto. Al final tu jornada laboral no ha sido de 8 horas y nadie sabe dónde ha ido a parar ese tiempo. Pues ahora tienes un mapa en el que se te dice bien claro dónde están todas esas horas.
Qué bonito sería no tener que perder tiempo trabajando para poder perdernos en esas islas de la comunicación. Alguno habrá que se deje barba y que con cara lasmitera diga aquello de “tenemos que volver“. ─Antonio Rentero [Swissmiss]
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