Si la ilusión de un niño no tiene precio, la desilusión de esta niña no hay forma de pagarla.
Podemos imagnar la sorisa de oreja a oreja que mostró su rostro cuando vio en la tienda la caja con esta piscina-ballena que aprovecha el lomo del cetáceo a modo de tobogán por el que imaginaba tardes de diversión refrescante mientras se deslizaba hacia la piscina hinchable.
El pobre padre toda la tarde hinchando la piscina mientras no llegaba a hacerse tan grande como la fotografía prometía, la madre recriminándole “a ver si te has equivocado al comprarla y has cogido una de talla pequeña” y la niña pasando la verguenza de tener que enseñarla a sus amiguitos mientras estos se ríen de ella.
Estamos llegando demasiado lejos con esto del Photoshop. O eso o la piscina ballena va dirigida a los hobbits. ─[FailBlog]
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