Un chavalín americano de 12 años, quizá harto de no poder desarrollar su incesante actividad onanista con la suficiente privacidad, ha creado una especie de refugio a medio camino entre un iglú, una cáscara de huevo y un balón de fútbol. Max Wallack, que así se llama el joven arquitecto se sirvió de plástico, cables y bolsas de cacahuete para elaborar este refugio, inspirado en una vivienda mongol y participar en el concurso “Trash to Treasure”. Como puede verse en la imagen dispone de una especie de cama y resulta bastante acogedor y calentito. El proyecto del joven tiene un doble fin: ayuda a reciclar materiales y proporciona un sitio para dormir a los sin techo barato de producir. La idea le ha supuesto al enano ganar 10.000 dólares, un portátil Dell y un viaje a Boston y ha aportado a los especuladores del ladrillo más ideas sobre nuevas materias primas. —Alberto Payo [Design Blog]
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