Un mullido cojín en cuya superficie podemos ver bordados los símbolos de los botones de un mando a distancia parece un artículo de coña salido del arsenal del vendedor ambulante de “Top Secret”. Eso es todo cuanto puede desear alguien enfrentado a la dura tarea de pasar una tarde somnolienta en el sofá con la tele encendida.
Tenemos a nuestra disposición los habituales botones numéricos, para cambiar de canal, graduar el volumen, silenciarlo si decidimos que ya está bien de tener ruido de fondo e incluso botones específicos para pasar a controlar televisión, vídeo, satélite, DVD, cable y equipo de sonido.
Solo podría tener dos pegas tan esencial invento para el desarrollo de la civilización. Si eres de los que se mueven mucho mientras duermes terminarás cambiando de canal con la oreja. Si eres de los que se les escapa la babilla puedes provocar un cortocircuito o incluso llevarte algún rampazo que te despierte. Advertido quedas. ─Antonio Rentero [Brookstone]
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