La internacionalización se presenta a menudo como la nueva frontera para las pequeñas empresas y startups. Expandirse a escala global es el sueño de muchos emprendedores que fantasean con pasar de su oficina en la periferia de una ciudad española a un bulevar en San Francisco. Claro que un negocio global exige un pensamiento global, y la diversidad cultural es una de las primeras cuestiones que se deben tener en cuenta, con tácticas como estas:
-Tener cuidado con los signos y símbolos mal interpretados. El mismo color, sonido o palabra significan cosas muy distintas según el país y la cultura. El caso del Mitsubishi Pajero, renombrado como Montero en España, es un chascarrillo recurrente a la hora de hablar del choque cultural-comercial. Por ello, los equipos de producto y diseño que trabajan en productos para los mercados mundiales deberían investigar a fondo el sentido global de los signos, símbolos y palabras, e incorporarlos en los diseños de productos y los mensajes de marketing.
-Controlar el idioma y la hora. Otra barrera importante son las diferencias horarias. Una videoconferencia puede funcionar muy bien, a no ser que olvides que en el lugar de trabajo de tus interlocutores son las 3 de la mañana. Y sobre el lenguaje, las reuniones internacionales de las grandes empresas suelen incluir traductores. Si no es el caso, asegúrate de que conoces la lengua franca -el inglés- estándar, con el añadido de la terminología técnica necesaria.
-Contratar a ciudadanos del mundo. El reto más grande al internacionalizar un negocio es manejar las barreras internas, las que surgen de las actitudes y creencias conscientes o inconscientes de los diversos miembros de la empresa. La colaboración entre diferentes filiales mejora cuando las partes involucradas tienen un cierto sentido de pertenencia a un mundo global. La capacidad de adaptar nuestro comportamiento a los nuevos contextos culturales sin perder nuestro auténtico yo en el proceso, conocida como “destreza global”, es clave… y escasa.
-Valorar las reuniones cara a cara. Se tengan o no empleados cosmopolitas, puede construirse una colaboración efectiva en base a la confianza y el respeto mutuo. De cara a afianzarlos, las empresas deben considerar la inversión en reuniones físicas entre los equipos distribuidos en distintos países, a pesar de su coste. Uno o dos días de actividades variadas, desde reuniones de trabajo a entretenimiento al aire libre, pueden forjar rápidamente esa confianza y hacer que los miembros del equipo sean más indulgentes ante las confusiones y conflictos culturales.
-La diversidad cultural en el país engendra conciencia global. Una ventaja de residir en países con gandes flujos migratorios es que no hace falta irse a estudiar o trabajar fuera, o ser el hijo de un embajadro, para conocer y asimilar culturas diferentes. No es raro que en una empresa no muy grande haya empleados de media docena de países diferentes. Todos esos trabajadores aprender involuntariamente de sus compañeros cómo adaptarse a otras normas y costumbres y dar cabida a las opiniones de otra persona de procedencia casi desconocida. Contratar a trabajadores de varios países permitirá a la empresa conferir a sus empleados esa destreza global… y sin necesidad de costosos cursos o viajes.
Vía TNW.
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