Según parece la gran capa de nieve que había en la base del risco desde el que cayó tiene gran parte de culpa de que hoy Adam Potter no se parezca más a un sello de correos que a un ser humano normal y corriente, algo magullado, pero sin lesiones de importancia.
El barranco por el que se precipitó, afortunadamente, no tenía piedras afiladas que hubiesen detenido su caída a base de cortarlo en lonchas de alpinista y también tiene su importancia el hecho de que tras resbalar, Potter no perdió del todo el control de su abrupto descenso de manera que pudo conseguir ralentizar la velocidad que alcanzaba en su camino hacia abajo. Bueno, y algo de suerte nunca viene mal.
Cuando el helicóptero de rescata de la Royal Navy hizo acto de presencia al principio no creyeron estar ante el accidentado Potter pues, como hemos dicho, se lo encontraron de pie consultando el mapa tranquilamente. Después se fijaron en el rastro que había dejado en su descenso de material de escalada el afortunado y confirmaron lo que en principio no parecía tan evidente.
Potter no parece haber aprendido de la experiencia pues en un par de meses inicia una expedición al Everest. Suerte. ─Antonio Rentero [The Guardian / Fotografía de Getty Images]
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