La procrastinación es una de esas palabras de las que hace unos años nadie hablaba y que ahora de pronto se ha puesto de moda. No es que sea algo nuevo, forma parte del ser humano dedicarse a otras cosas para evitar hacer lo que deberían estar haciendo, pero lo cierto es que Internet ha hecho que la procrastinación sea todavía más fácil. Las redes sociales, el mail, o la eterna espiral de GIFs (una vez que entras es muy difícil salir) han hecho que todos nos sintamos menos productivos.
Otra de las formas clásicas de evitar tareas son los artículos de este tipo, todos esos textos llenos de consejos sobre cómo recuperar la productividad y cuya primera línea debería ser “deja de leer esto y ponte a trabajar”. Pero no vayamos por ahí, cambiemos de perspectiva: la procrastinación no es necesariamente mala. Y es posible hasta lograr lo que a primera vista parece un oxímoron: la procrastinación productiva. ¿Cómo hacerlo?
1. La clave: hacer otras cosas que debes hacer. La clave de esta procrastinación productiva está en intentar no pasar ese tiempo en el que deberíamos estar haciendo otra cosa lejos de los GIFs. ¿Quién no ha evitado trabajar poniéndose a limpiar -si se está en casa? Este es un ejemplo claro de procrastinación positiva: no estás no haciendo nada o perdiendo del todo el tiempo. Estás haciendo otra cosa que en algún momento debería hacerse.
2. Haz una lista. Crear listas es una de esas tareas clásicas de procrastinación, “perder el tiempo” organizándose en vez de lanzarse a la tarea. Hazlo antes: haz una lista de cosas, pequeñas tareas que tienes que hacer, para las que nunca encuentras un momento. En el momento en el que veas que te estás desviando de la “gran tarea”, ataca algún elemento de esa listas secundaria.
3. Empieza pequeño. No tiene mucho sentido que esa lista para la procrastinación productiva esté llena de cosas tan grandes e importantes como la que intentas evitar. Haz que sean tareas pequeñas y rápidas, de esas que harás sin mucho esfuerzo y que podrás tachar rápido. Completarlas te hará sentirte mejor y más motivado para, por fin, lanzarte a lo que deberías estar haciendo.
4. Ponte límites. Los expertos en estos temas siempre citan al novelista Raymond Chandler, que tenía dos reglas para convertir la procrastinación en algo positivo. “1. No tienes que escribir. 2. No puedes hacer ninguna otra cosa”. Quizá no haya que llevarlo a un punto tan extremo (aunque todos sabemos que el aburrimiento lleva muchas veces a la productividad), pero sí intentar poner unas reglas claras: nada de redes sociales, nada de GIFs. El resto, lo que quieras.
5. No te sientas mal. Todo el mundo procrastina y sabe que no lo debería estar haciendo, evitamos una tarea que nos parece demasiado grande o difícil, sabiendo perfectamente que nuestra actitud hace que nos sintamos mal. Evita los remordimientos: piensa que la procrastinación es necesaria y la pide el cerebro. Si la gran tarea no es urgente (no suele serlo mucho), y al final has caído en la espiral de GIFs, apaga y vete a dar un paseo. A veces todo lo que necesita el cerebro es un poco de oxígeno.
6. Vuelve a la tarea. Por muy productiva que hagas tu procrastinación, sabes esa verdad que sigue latente en todo momento: al final tendrás que hacer eso que estás evitando. Y también sabes que, cuando acabes, te sentirás mucho mejor. Tacha un par de tareas de tu lista secundaria y ataca la gran tarea. Al acabar, como premio, puedes leer todos los artículos sobre productividad que quieras. ¡Podrás hasta escribir uno!
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