Aunque a simple vista parezca ser más simple que un chupete, CrazyFlie cuenta en su pequeño espacio con una CPU que realiza más de 250 ajustes por segundo de sus rotores para estabilizar el vuelo, usando la información de sus acelerómetros y giroscopios.
Todo esto está condensado en un aparato que mide 12×12 centímetros y 20 gramos. Los rotores y batería están sacados de un avión a radio control Silverlit X-Twin.
Ahora sólo hace falta hacer miles y crear enjambres de minihelicópteros para sembrar el caos en la oficina, y es que una plaga de engendros voladores es una excusa tan buena como cualquier otra para alargar los puentes y vacaciones.— Dani Burón [Hack a Day]
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