¿Cuánto vale una startup?

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El valor económico de una startup lo determina el porcentaje que están dispuestos a ceder los fundadores para conseguir el dinero necesario para crecer.

Valorar económicamente una startup es el proceso más difícil al que se tienen que enfrentar emprendedores e inversores. Para hacerlo, es necesario evaluar la compañía en su conjunto, poniendo especial interés en el equipo, la idea, la escalabilidad y los hitos conseguidos.

Pero calcular el valor de una startup no es imposible. “A grandes rasgos, el valor económico de una startup lo determina el porcentaje que están dispuestos a ceder los fundadores para conseguir el dinero necesario que les permita crecer lo suficiente y alcanzar la siguiente ronda de financiación o el break-even”, aseguran desde la firma de asesoramiento financiero, fiscal y legal Ad&Law.

Así, el CEO o el equipo fundador de la startup deben mantener el control del proyecto, por lo que como mucho deberían ceder entre un 10% y un 20% en las primeras rondas. Algo que han de tener en cuenta los inversores.

En estas primeras fases de financiación, lo más habitual es que los inversores soliciten a cambio de su participación entre un 5% y un 20% del valor de la empresa, un dato que ya permite al emprendedor hacerse una idea sobre en cuánto está valorada su startup. Sin embargo, Ad&Law recuerda que “esa valoración sólo muestra el potencial del negocio”.

La firma de inversión Capitana Venture Partners (CVP), especializada en startups en fase semilla y expansión, señala que los criterios a la hora de valorar una startup son “que el producto tecnológico o servicio sea innovador en un sector no tecnológico, que tenga un elevado potencial de crecimiento y que su mercado objetivo sea relevante”. Juan Filiberto Martínez, CEO de CVP, afirma que “la fase en la que se encuentra el proyecto y las métricas de la evolución actual del negocio son otros elementos fundamentales para valorar una empresa”.

En España, el número de inversores ha crecido en los últimos años y la tendencia es a financiar proyectos relacionados con Tecnologías de Información y Comunicación (Internet, fintech o ciberseguridad), en detrimento de otros sectores como la biotecnología o la generación de energía limpia y eficiencia energética.

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