Dadme una palanca y un punto de apoyo y moveré el mundo… pero no me clavéis la palanca en la cabeza
Tras recuperarse de la lesión, Gage aún sobrevivió 12 años, pero nunca más volvió a ser el mismo.
Irritable, deslenguado, malhumorado y desprovisto por completo de inhibiciones, la neurología avanzó enormemente tras investigar como este trauma en los tejidos cerebrales dañó irreparablemente algunas zonas del encéfalo que tienen que ver con la personalidad y sus características, desligándolo en algunos aspectos de la voluntad, el entorno, la educación…
John Aggleton, neurocientífico de la Universidad de Cardiff, explica que tras sufrir lesiones en el lóbulo frontal algunas personas pierden sus inhibiciones sociales y emocionales, resultando difícil mantener una convivencia con estos sujetos.
En el caso de Gage, cuya personalidad anterior al accidente era pacífica, tranquila, moderada… tras el paso de un metro de acero por su sesera (por nadie pase) su carácter se tornó desagradable, con lenguaje obsceno y blasfemo, sin mostrar deferencia alguna por sus semejantes, impaciente, obstinado, caprichoso… una joya.
Además perdió la memoria sobre la mitad de la gente a la que conocía, así como desapareció su concepción del dinero. El doctor que lo trató le ofreció en una ocasión $1.000 por unos guijarros que llevaba y se negó al no ser capaz de juzgar el valor del dinero en contraposición a las piedrecillas.
Hasta ese momento (recordemos, 1848) no había una disciplina que estudiase el funcionamiento del cerebro como en la actualidad, con lo que este desgraciado accidente para el pobre señor Gage supuso la puerta de entrada a una ciencia que comenzó a investigar como distintas partes del cerebro regulan distintos órganos con sus funciones así como aspectos de la personalidad. ─Antonio Rentero [Science Blogs]