De cómo Slack se hizo con las startups

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La app de comunicación interna tiene más de un millón de usuarios activos diarios y una valoración 2.800 millones de dólares. ¿Cómo lo ha conseguido en solo 16 meses?

Hay una historia de éxito que siempre se cita al hablar de redes sociales y cómo monetizar a sus usuarios. Linkedin supo desde el principio desarrollar un modelo de negocio con una vía de ingresos fuerte y estable, con lo que consiguió ser la niña bonita de Wall Street en los momentos en los que Facebook todavía luchaba para conseguir aumentar sus ingresos. Los logros de Linkedin, no obstante, palidecen cuando aparece Slack a su lado.

Slack, claro, no es una red social propiamente dicha. Se trata de una herramienta de comunicación interna que ha logrado dar con la fórmula adecuada para extenderse como la pólvora entre startups hartas del email y que no se sentían muy identificadas con la seriedad de las herramientas que había de momento. Slack es fácil, como un chat entre empleados en el que se pueden crear canales por temas, y altamente personalizable. También es gratuita para todo el que quiera unirse.

¿De dónde saca los ingresos, que espera que sean de 25 millones de dólares este año? De los usuarios de pago: aunque el Slack gratuito es ya muy completo, ofrece también varias opciones premium para añadir algunas funcionalidades bastante atractivas. Por 6,67 dólares al mes, un archivo de todos los mensajes (sin límite) y con opción de búsqueda; por 12,5 dólares al mes, un archivo de todo lo que has escrito en Slack desde que eres usuario; por 40 dólares por usuario y mes, dentro de poco añadirán una versión “empresa” con muchas más funcionalidades.

Ofrecer versión premium de un servicio no sirve de mucho si después los usuarios se quedan en el gratuito, pero las cifras que ha dado Slack son muy positivas: de sus 1,1 millones de usuarios, 300.000 son de pago.

La gran idea: ser una plataforma abierta y joven

¿Cómo ha hecho Slack para crecer tan rápido (un 47% en los dos últimos meses)? Hay dos claves que se repiten sin parar: el hecho de ser una plataforma abierta y haber llegado en el momento adecuado. El primer punto es la esencia de Slack: una herramienta muy sencilla y usable que, para ampliar funciones y servicios, se apoya en desarrolladores terceros que crean sus extensiones o integraciones para Slack. Así, además de detalles graciosos (y poco productivos) como un comando para que aparezcan GIFs, se puede desde crear un canal con menciones en Twitter de la marca hasta tener Google Drive siempre a la vista. Y todo lo que se le ocurra al desarrollador de turno.

Pero por muy sencillo y customizable que fuera Slack, no habría tenido tanto éxito si hubiese sido lanzado hace tres o cuatro años. ¿La razón? Como apuntaban en Slate, es ahora cuando los millennials ya no son simples becarios, por lo menos en las empresas más jóvenes. Son ellos, los nativos de los memes, los que prefieren una conversación más fluida tipo chat a la seriedad y lentitud de los mails. Y ahora que son dueños de startups o trabajan en posiciones en las que sus opiniones son oídas, pueden introducir Slack.

Por supuesto, 1,1 millones de usuarios en todo el mundo no son demasiados, especialmente si se los compara con las principales redes sociales. Pero son los usuarios perfectos, los que hablarán de la app y harán que se siga extendiendo, por lo menos hacia el futuro (hacia los más jóvenes): las startups ya han caído y juran por la herramienta, que además es perfecta para “crear cultura” y unir al equipo. Los medios de comunicación, por otra parte, son otros de los usuarios más activos, por lo que no hacen más que hablar de la app (este artículo es un buen ejemplo).

Todavía falta por ver cómo evoluciona el uso de Slack y cómo consigue enfocarse de verdad hacia la productividad. En la app es tan fácil organizarse y discutir proyectos como perder el tiempo, chatear en privado de cosas personales o lanzarse en una guerra de GIFs. Saber combinar trabajo y placer será el reto tanto de los usuarios como de Slack para seguir creciendo.

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