Richard Stephens, de la Escuela Keele de Psicología, realizó un estudio en el que dividieron a unos individuos en dos grupos, aquellos que no solían decir palabrotas y los que lo hacía más de 60 veces al día.
Luego comprobaron cuanto tiempo podían mantener la mano en una cubeta con agua con hielo, primero sin poder decir tacos y luego soltándolos. El grupo que no solía hacerlo aguantó casi el doble de tiempo, mientras que el otro grupo apenas varió.
La solución está en que maldecir conlleva una respuesta emocional que lleva a segregar adrenalina y a la analgesia inducida por el stress. Para aquellos en los que es frecuente apenas existe esa respuesta emocional porque es algo normal.
Así que ya lo sabéis, si queréis sufrir menos haced como con las bebidas alcohólicas y maldecir con moderación, es un consejo no de la DGT sino de vuestro blog favorito, el p*** jod*** Gizmodo de los hue***. [The Independent]
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