Y aunque podría llegar a entender como una sola mente ofuscada ha creado esto, lo que me cuesta creer es que dos profesores de la Universidad Clemson, uno de psicología y otro de ingeniería eléctrica, han llegado a esto.
El aparato, con un funcionamiento prácticamente igual que un podómetro, lo que hace es contar las veces que nos llevamos algo a la boca, con el objetivo teórico de poder contar lo que comemos. Al parecer tiene un 90% de precisión independiente del utensilio que usemos.
Pero claro, me parece que no se dan cuenta de la enorme cantidad de veces que cuando comes con alguien te dedicas a hacer aspavientos en vez de comer.
Aún así, es absurdo, porque sin saber ni lo que estás comiendo ni la cantidad que coges cada vez esto no sirve absolutamente para nada. Bueno, sí, tiene dos funciones fundamentales: la primera es ser feo y aparatoso, la segunda que te sientas imbécil por haberte gastado 750 dólares en esta cosa que además tardan entre 6 y 8 semanas en mandártelo.
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