Durante todo un año en 2006 la Tierra tuvo un compañero de titanio de unos pocos metros de diámetro que orbitó nuestro planeta como una segunda luna. Y ni fue la primera ni será la ultima vez.
Al parecer sucede con cierta frecuencia que el campo gravitatorio terrestre captura pequeños asteroides que durante periodos variables se convierten en lunas temporales y secretas. Secretas porque hasta el momento desconocíamos que venían con nosotros a través de nuestra singladura espacial.
Estas lunas de temporada tienen una estancia orbital entre unos pocos días y varios meses, en torno a un año, y después se desprenden del tirón gravitatorio terrestre y continúan su viaje por el Universo. Ahora que los astrónomos de Cornell han facilitado esta información, fruto de sus concienzudos estudios, los astrónomos aficionados podrán dedicarse a rastrear estas pequeñas y fugaces lunas que se nos van acoplando y como siempre en estos casos contribuir a que sepamos aún más de lo que nos rodea. [Universidad de Cornell]
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