El autor de esta obra, Eric Franklin, ha empleado más de 1.000 horas de laborioso trabajo para conseguir el resultado final.
La mayor dificultad consistió en lograr un perfecto sellado de las piezas que componen la osamenta, de manera que nada pudiera entrar ni salir de los “huesos” dado que la más mínima partícula que entre acabaría con el efecto luminoso.
El gas krypton ionizado que se almacena y que produce la luz, convirtiendo cada hueso en un tubo de neón, no funcionaría con la presencia de alguna partícula extraña, y adiós lámpara huesuda.
¿Has decidido ya dónde colocarías esta singular lámpara? ─[Eric Franklin vía Colossal / Imagen: Brad Carlile]
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