La mochila-cohete impulsó a Rossy sobre el Cañón durante ocho minutos.
Un vuelo que debió resultar toda una experiencia por la suma del lugar y del propio vuelo a reacción. El helicóptero le dejó caer desde una altura de unos 2.400 metros y a partir de ahí en sucesivos impulsos y trazando parábolas que le hacían subir por la acción de los motores en alternancia con momentos de planeo gracias a las alas de su mochila alternó esos ritmos más suaves con los hasta 245 km/h que los jets le permitían alcanzar.
El final fue un suave descenso en paracaídas, que como experiencia para vivir en el Gran Cañón del Colorado tampoco está nada mal. ─Antonio Rentero [PopSci]
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