Se hace difícil imaginar la cantidad de dinero que podría pagar algún gran emporio de materiales (Dupont, 3M…) por la receta de tan interesante material.
La NASA, el Pentágono, la Federación de Fabricantes de Preservativos… estamos hablando de un plástico capaz de soportar 1.000º de temperatura sin inmutarse. No ya es que no se derrite, el Starlite permite que después de estar un buen rato aplicándole un soplete puedas tocarlo con el dedo en cuanto lo alejas de ese intenso calor y al tacto está frío.
Al principio el escepticismo era evidente pero en cada prueba que se realizaba con muestras escrupulosamente controladas por Ward se demostraba inequívocamente que aquello no era una engañifa.
Pero el amigo Ward era duro de pelar y en más de dos décadas de contactos con diferentes empresas privadas e incluso con la NASA nadie consiguió quebrar su reticencia a llegar a un acuerdo comercial para desarrollar industrialmente el Starlite.
Ahora, un año después de su fallecimiento, un artículo de la revista New Scientists ha rescatado una entrevista en la que el propio inventor reconocía que había alguien de su familia que estaba al corriente de la fórmula secreta del insólito material.
Cuesta creer que alguien se resista a ganar potencialmente varios capazos de millones, pero parece ser que así es. Dios le da pan… a gente muy rara. ─[New Scientist]
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