El día 1 de febrero envié un email a la dirección de la página oficial del MWC. Te pedían la URL, si eras web, más un par de contenidos en el que hablaras de temas relacionados (por ejemplo: ¿la cobertura del Mobile del año pasado?). Me habían dicho que se tomaban su tiempo, así que les di su tiempo, una semana, y llamé a un número de información general. Allí me dijeron que igual el correo no iba bien (?) y me facilitaron otro. Envié un segundo mail y dos días después, ya el jueves de la semana pasada, volví a llamar porque no me daban respuesta.
La moza que contestaba al teléfono me dijo que enviara otro correo (??) porque no disponían de un teléfono para información de prensa (???). Me negué por absurdo y ella se tomó la molestia de anotar mi dirección de email por si podía hacer algo. En efecto, en viernes recibí un correo en el que hacían acuse de recibo de mi petición. Y nada más.
Así que esta mañana tuve que acercarme al mostrador de nuevo registro. Para que os hagáis una idea, ocho puestos con ocho personas, todas ellas bajo idénticos carteles de “New Press Registrations”… Y una sola cola, para dominarlos a todos. ¿Por qué una cola? Porque sólo 2 de todos esos puestos tenían permiso para confirmar que, en efecto, eras prensa (????). La cosa era confusa de entrada: muchos periodistas que habían sido “invitados” por la feria se comían la cola de los pardillos, y muchos pardillos se saltaban la cola después de un rato de soportarla para intentarlo en un puesto libre… y volver con el rabo entre las piernas y la cara roja. Yo fui uno de ellos, con la vana esperanza de que el hecho de haber intentado el registro online y haber asistido el año pasado me ayudaría.
Pues bien, cuando por fin me tocó el turno, comprobaron mi identidad (en la foto, abajo, el carné de prensa de la ofi) con murmullos de “pero si viniste el año pasado” y “hay un problema con el email” (?????), hasta que me identificaron positivamente y me dieron mi pase: ¡Un postit! (paso de poner más interrogantes, os hacéis una idea). Armado con ese familiar papel amarillo (en la foto, en el medio) todavía tuve que ir a otro de los puestos, donde volvieron a tomar mis datos y me dieron el pase definitivo (en la foto, arriba), en el que después de todo se olvidaron de poner el María que siempre uso, porque es mío, y la “D”, mayúscula, de mi segundo apellido, que también es mío.
Un detalle: en la fase definitiva del kafkiano proceso, pasó una supervisora a preguntar a la gente del mostrador si todo iba bien. Una de las chicas del registro, que sufría tanto como nosotros esa desorganización, le comentó a su supervisora los problemas de… entendimiento que tenía la gente de la cola. ¿Os imagináis la respuesta de la supervisora? “Pues sonríe”…
Una horita se llevó todo el proceso, más o menos. No puedo terminar sin deciros que después estuve en tres pabellones antes de dar con la sala de prensa; y di con ella gracias a que acabé recordando dónde estaba del año anterior. Vale, quizá pregunté a demasiados seguratas y demasiadas azafatas (más a éstas que a aquellos), pero incluso en un punto de información oficial me dijeron que estaba en un pabellón (en algún lugar de él, vagamente) en el que, naturalmente, no estaba.
Yo vivo en Parla y ahí, que somos muy mal hablados, a todo esto le llamamos una “puta mierda de organización”. Menos mal que en Itespresso no me obligan a hablar demasiado fino. Ale, a seguir bien. — Rafa M. Claudín
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