La diseñadora se ha unido a dos amigos, uno hacker, otro escultor, para entre los tres (presumiblemente inspirados por los mismos cocktails que ofrece el propio vestido) concebir lo que han denominado sin que se les escape la más leve sonrisilla “híbrido biomecánico de robot y coktail“. Y además sirve para ponérselo como ropa.
El espíritu que anima este inobjetablemente atrevido modelo se basa en el impulso para compartir en entornos sociales, puesto que el portador del vestido animará a quienes le rodean a participar en la degustación de los cocktails que porta.
Ya estoy viendo la versión patria, con barriles de cerveza y serpentín que mantiene refrigerada la misma (además del propio portador del vestido) sin olvidar unos huecos para las tapitas. ─[V2 via FastCo Design]
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