Hace no mucho, antes de la crisis, lo normal era que el grueso del trabajo de una empresa lo hiciese sus empleados: gente con un contrato, con un compromiso normalmente a tiempo completo, a la que se veía todos los días en la oficina. Externalizar en profesionales autónomos era una rareza a la que se recurría en momentos puntuales: para afrontar picos de trabajo (aunque se recurría más a trabajadores temporales) o para tareas muy especializadas.
Ahora todo ha cambiado y es cada vez más normal contar con el trabajo de colaboradores externos para determinadas tareas. La principal ventaja para la empresa —o, por lo menos, la que se ve antes— es la económica: un trabajador freelance sale más barato que un empleado. No obstante, no siempre es lo mejor. Te ayudamos a decidir si debes contratar a alguien o buscar un freelance.
1. Exiges dedicación (casi) absoluta. Quizá no quieras tiempo completo (no es legal tener a autónomos así), pero sí asegurarte de que durante unas horas del día estarán únicamente a tu servicio. Con un freelance se trata de algo complicado: tienen más clientes que tú y un horario que también tienen que adaptar al resto. Cada uno se organizará a su manera, pero a no ser que acordéis unas horas determinadas que son tuyas (con lo que se cruza ya la línea hacia los falsos autónomos), no puedes esperar ni exigir que esté trabajando para ti en el momento que elijas. Mejor un empleado.
2. Quieres al mejor trabajador, aunque no lo vayas a ver nunca. Otra de las grandes ventajas de los freelances: al no poder exigir que vaya a la oficina, puede en realidad vivir en cualquier lugar del mundo. Esto significa que puedes escoger entre muchísimos más candidatos y elegir de verdad al mejor trabajador, no solo entre los que pueden desplazarse al lugar de trabajo cada día.
3. Tienes una cultura de empresa muy determinada. Y te gusta que así sea y que los trabajadores se adapten a ella. Con gente remota para la que su negocio principal es el suyo propio y no el tuyo (tú eres un cliente más) no puedes esperar que se amolden a esa empresa y se integren en el equipo o se identifiquen con la misión de tu compañía.
4. Tu prespuesto es ajustado. Si solo necesitas unas horas extra a la semana de alguien y no estás en el mejor momento para contratar, un freelance es una buena idea: solo tienes que pagarle lo acordado (más IVA, seguramente, pero lo puedes desgravar) y no pensar en Seguridad Social y otros gastos. Además, al no trabajar en la oficina, no tienes que ofrecerle un espacio ni recursos de oficina.
5. Buscas una relación a largo plazo. La mejor forma de retener talento es ofrecer unas buenas condiciones. Si bien es cierto que muchos trabajadores prefieren continuar con su organización freelance que volver al mundo de los contratos laborales, tienes muchas más posibilidades de que alguien no te abandone si está contratado. Los autónomos, al final, gestionan su tiempo pensando en su negocio (no el tuyo) y suelen reajustar con cierta frecuencia sus clientes si les va bien, priorizando a los que mejor pagan.
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