Es posible que Mark Zuckerberg esté deseando que esta semana se acabe de una vez. Empezó bastante mal, con la India prohibiendo su programa Free Basics, que ofrece acceso gratuito a una versión básica y limitada de Internet (unas apps y webs determinadas) a todas esas personas que, en principio, no se pueden permitir pagar una conexión de datos. Pero lo peor estaba por llegar: Marc Andreessen, uno de los inversores más visibles de Facebook, decidía expresar su opinión sobre la decisión de la India en Twitter. Sus palabras fueron poco afortunadas.
“El anticolonialismo ha sido catastrófico económicamente para la gente de la India durante décadas. ¿Por qué parar ahora?”, decía el tweet, borrado poco después, dando a entender que la decisión del país asiático ponía por delante las razones políticas e ideológicas al bienestar y derechos de su gente. ¿Quién podría estar en contra de ofrecer Internet gratuito a los más desafortunados? La polémica se desató enseguida y no solo por lo políticamente incorrecto del comentario, sino porque este también apuntaba a eso que muchos creen: el altruismo de Facebook tiene tintes colonialistas difíciles de ignorar.
La idea de Free Basics parece buena a priori, algo en lo que insiste Mark Zuckerberg, que enseguida dijo que no le había gustado nada el comentario, cada vez que alguien le pone un micrófono delante. El acceso a Internet es acceso a conocimiento e información, un derecho fundamental. Ofrecerlo de forma gratuita a todas esas personas desfavorecidas es de una generosidad sin límites. ¿Qué clase de Gobierno malvado prohibe un programa así?
El problema, claro, es que el programa tiene algunos puntos sospechosos. Para empezar, ofrecer un acceso limitado a Internet es un problema cuando quien decide qué paginas o apps sí y cuáles no es el propio Facebook, que evidentemente podría tener algunos intereses extra. Si apareciera una red social india que pudiese amenazar a la de Zuckerberg, ¿dejarían que entrara en el programa?
Después está lo evidente: ¿de verdad que a Facebook, con sus 1.600 millones de usuarios, no le interesa ofrecer Internet a gente desconectada para seguir así creciendo? Ellos dicen que no, y que de hecho esa versión básica a la que dan acceso en Free Basics no tiene publicidad. Pero hay un pequeño dato que hace que los motivos de Zuckerberg sean algo menos creíbles: la mitad de los usuarios de Free Basics acaban pagando por acceder al Internet completo. Y otro detalle: solo el 20% de los usuarios no tenían acceso previo a la red.
“Free Basics no es para nada algo destinado a gente pobre y mucho menos algo para gente sin conexión”, escribía Sumanth Raghavendra, desarrollador de apps y fundador de startups indio en un artículo en Medium. Poniendo como ejemplo el spot con el que se anunció Internet.org (nombre anterior de Free Basics -¿sonaba Internet.org demasiado colonialista y dominante?) en el país, en el que se ve a jóvenes cool usando el servicio, Raghavendra explica que el objetivo fueron siempre “estudiantes y millennials para los que el gancho estaba en navegar gratis”.
En el artículo cita también algunos datos, publicados por el propio Facebook, sobre cómo le fue a FreeBasics desde su lanzamiento hace un año en la India: de los 200.000 usuarios que se conectaron a Internet por primera vez gracias al servicio, un 40% se pasó a Internet “de verdad”, el de pago y completo (en una media de un mes). ¿Y el resto? Un 55% abandonó el programa. Es decir, solo el 5% de esos usuarios que nunca se habían conectado a Internet y no se podía permitir su pago vio valor en Free Basics. Un dato no demasiado bueno para la teoría de Facebook.
En defensa de Mark Zuckerberg, sería injusto no mencionar que Facebook no está sola en este altruismo cuestionable. Google tiene sus globos con wifi y Microsoft financia a empresas que pueden llevar Internet a áreas remotas. El problema de todas estas buenas intenciones es ese tufo colonialista y paternalista, ese ofrecer Internet bajo las normas de la empresa extranjera que, casualmente, tiene servicios a los que insiste que se apunten los nuevos usuarios. Ese llegar como salvador para esas áreas pobres y desprotegidas que no saben desarrollarse ellas solas en sus propios términos, quitarle importancia al evidente beneficio que tiene para ellos que esa gente se conecte, hincharse hablando de derechos humanos e igualdad.
Y, cómo no, si alguien se atreve a criticar o señalar los puntos sospechosos del programa, tacharlo de ingrato. “Estamos aquí por vuestro bien”, parecen decir esas grandes tecnológicas, “deberíais limitaros a darnos las gracias”.
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