Pero tranquilos, su diseñador Jeremy Scott no sólo ha pensado en una falta absoluta de utilidad y buen gusto, también se ha encargado de ponerle un precio acorde de 208 dólares.
¿Cómo se ha llegado a crear algo como esto y cómo es posible que de todas las posibles maneras de hacerlo se haya hecho tan mal? Bueno, eso son misterios misteriosos dignos de Cuarto Milenio.
Si al menos Jeremy Scott hubiera estado en Portugal las gafas podrían haber cubierto los ojos por completo, pero a juzgar por su buen gusto y perspicacia, probablemente no habría colocado al país luso de manera apaisada.
Diseños como estos son los que te hacen perder la fe en la humanidad y te dan ganas de golpear repetidamente tu cabeza contra la pared para intentar que desaparezcan de tu memoria… menos mal que ya estamos a mitad de semana. [BoingBoing]
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