Desde que empezó la crisis, hemos oído muchas veces a modo de mantra eso de “menos quejarse y más emprender”. El emprendimiento, en general, se ha presentado, desde entes públicos y privados, como la panacea para hacer frente a la crisis, tanto a nivel individual como de país. Sin embargo, el mito del emprendimiento como solución mágica empieza a ser cuestionado por informes como el elaborado por la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE).
El análisis, que forma parte de una serie de trabajos denominados Esenciales, señala que emprender no genera empleo neto de forma significativa ni eleva los niveles de productividad. Esto tiene mucho que ver con el hecho de que la mayoría de pymes surgen sin suficientes recursos humanos y financieros.
Respecto a la creación de empleo, el emprendimiento en España no va mucho más allá de que el emprendedor abandona las listas del paro. La causa está en que la mayoría de nuevas empresas son microempresas, cuya supervivencia es escasa. La gran rotación empresarial hace que la diferencia anual entre el empleo generado por las empresas que nacen y el destruido por las que cierran tenga una escasa repersusión sobre las cifras totales: entre el 3% y el 4%.
¿Por qué las nuevas empresas sobreviven poco tiempo? En buena medida, porque la mayoría no dispone de los recursos humanos y financieros adecuados para alcanzar un tamaño que les permita aprovechar economías de escala y ser más productivas.
La evolución del empleo depende más de la contratación en las empresas ya existentes, y ahí se ve cómo muchas de las empresas supervivientes se mantienen con menos de 10 trabajadores y volúmenes de facturación bajos, según el informe de la la Fundación BBVA y el IVIE.
El emprendimiento tampoco parece servir para aumentar la productividad. Muchos de los nuevos empresarios tienen un bajo perfil formativo, lo que también dificulta la supervivencia de sus proyectos, que, en su mayoría, consisten en actividades de escaso contenido tecnológico y bajo valor añadido. Hay que recordar que sólo uno de cada 10 parados con estudios obligatorios realiza actividades de formación.
Si comparamos la productividad de las microempresas españolas -que representan el 40% del empleo total- con las de la UE, esta es un 29% inferior. Mientras, en el caso de las grandes la productividad es un 13% más baja.
Por tanto, el estudio concluye que “el aumento del peso de los empresarios autónomos durante la crisis como respuesta a las dificultades de muchos trabajadores para encontrar empleo no es una buena noticia para resolver los problemas de productividad”. La solución pasaría, para sus autores, por que “cuando el capital humano de los emprendedores es mayor, las actividades desarrolladas son más productivas y los proyectos sobreviven en mayor proporción”.
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