Aunque Google haya expandido su negocio en mil direcciones inesperadas, lo que la gente sigue reconociendo más y lo que fue el principio de todo sigue en el centro: su buscador. En estos 18 años en los que cambió nuestra relación con Internet, la compañía ha continuado invirtiendo en ese negocio principal, intentando mejorarlo con investigación continua y constantes cambios en el algoritmo. Ahora podríamos estar a punto de ver uno de los cambios más importantes.
Ocurrió esta semana: un simple cambio de puestos ejecutivos que deja muy claro que los planes de Google con respecto a su buscador son ambiciosos. Amit Singhal, jefe del buscador, anunció su jubilación. Poco después, Google anunciaba que su sustituto sería John Giannandrea, quien casualmente es también el jefe de la división de Inteligencia Artificial en la compañía. Sumar dos más dos es fácil.
Todo el mundo sabe que a Google le interesa mucho la Inteligencia Artificial y, por otra parte, se sabe que hace tiempo que intentan llevar el buscador un paso más allá, hacer que pase de ser un simple campo en el que introducir búsquedas a ser una especie de asistente virtual. Hace cosa de un año, de hecho, la firma empezó a implementar un sistema de aprendizaje profundo llamado RankBrain, que ayuda a ofrecer resultados más ajustados a las búsquedas que se realizan. ¿Tienen los algoritmos los días contados?
La respuesta parece ser sí, al menos los algoritmos tal como los conocemos. El cambio de dirección en el buscador tiene también un gran peso simbólico, ya que, si bien Singhal fue quien aprobó que se empezase a probar RankBrain, el ejecutivo era también conocido por su oposición inicial a usar técnicas de aprendizaje profundo en el buscador. La llegada de Giannandrea deja claro por dónde irán las cosas.
El cambio más profundo: pasar del control humano al control de las máquinas
¿Por qué se oponía Amit Singhal al aparentemente claro avance que supondría introducir más Inteligencia Artificial en el buscador? Muy sencillo: confiar en las redes neuronales que forman el sistema de aprendizaje profundo significa, de alguna forma, perder el control. Con algoritmos desarrollados por humanos se sabe por qué aparecen los resultados que aparecen en una búsqueda. Con el cambio a redes neuronales, no obstante, se pierde ese conocimiento. Los resultados son buenos, mejores, pero no se sabe bien cómo la máquina llega a esos.
En cuanto se introduce un sistema de aprendizaje automático, “es difícil explicar y entender por qué un resultado de búsqueda en particular queda más arriba que otro”, explicaba hace unos meses Edmond Lau, ex empleado de Google, en un post en Quora que recogen en Wired. “Es difícil ajustar directamente un sistema basado en el aprendizaje automático para aumentar la importancia de ciertas señales frente a otras”. Los algoritmos estaban basados en reglas que cambiaban solo cuando los ingenieros cambiaban el código. Las redes neuronales aprenden y se modifican ellas solas.
A los usuarios, en principio, el cambio no les afectará demasiado, más allá de ver resultados a priori más acertados. A Google, en cambio, le supondrá cambiar una serie de protocolos y enfrentarse a nuevos retos. ¿Cómo se defenderá cuando la acusen de ofrecer resultados inexactos o injustos? ¿Cómo hará para cambiarlos como resultado de algún juicio? ¿Podrán todavía las autoridades antimonopolio acusarla de ofrecer resultados manipulados?
Lo único que está claro de momento es que el mundo avanza a pasos agigantados hacia la Inteligencia Artificial (se dice que será una de las tecnologías de 2016) y que todos estos retos irán poco a poco apareciendo ante todas las tecnológicas, usuarios, y autoridades. Ese futuro de ciencia-ficción en el que las máquinas piensan por sí solas está ya aquí. Tocará irse preparando.
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