A medida que los smartphones se han extendido por todo el mundo, este vertiginoso boom también está causando un impacto cada vez mayor en el planeta y en los países donde estos se fabrican. La organización ecologista Greenpeace, que aprovechó el pasado Mobile World Congress de Barcelona para denunciar este impacto, ha publicado el informe De inteligente a sinsentido: El impacto global de diez años de smartphones, que pone en cuestión el modelo de producción y consumo de estos dispositivos.
Greenpeace denuncia que, a pesar de la gran innovación en la funcionalidad de los teléfonos, el diseño de productos y las decisiones de la cadena de suministro presentan “el mismo modelo de fabricación lineal no tan inteligente y de la perspectiva a corto plazo basada en beneficios que han plagado al sector de las TI durante años”.
Así, la organización apunta que el modelo de negocio actual, tanto para los fabricantes como para los proveedores de servicios, depende de la frecuente sustitución de dispositivos. Un modelo que no tiene en cuenta los impactos a largo plazo de su producción y eliminación.
En cuanto a la huella ecológica de los smartphones, estos precisan de plásticos -derivados del petróleo-, metales escasos y componentes cuya fabricación requiere una gran cantidad de agua y energía. Además, el aumento de la complejidad de los dispositivos implica la necesidad de mayores cantidades de energía para producir cada teléfono, lo que a su vez aumenta la demanda de carbón y otras formas de energía sucia.
Asimismo, la insuficiencia en el reciclaje y la reutilización de los materiales usados contribuye a un flujo de desechos electrónicos cada vez más rápido.
A ello hay que sumar los costes humanos. Los mineros extraen metales preciosos para los smartphones en condiciones que a menudo amenazan sus vidas y dejan la tierra destruida; en muchos casos, en países inmersos en guerras como la República Democrática del Congo. Los trabajadores de las fábricas de electrónica, por su parte, están expuestos, sin saberlo, a productos químicos peligrosos que dañan su salud.
Frente a este modelo, Greenpeace propone una producción circular, basada en el reciclaje y reutilización de componentes, extender la vida útil de los teléfonos inteligentes y emplear energías renovables en su fabricación.
La ONG apela a las compañías que fabrican móviles a que “piensen en verde”, convirtiéndose en defensoras de un modelo de producción en ciclo cerrado y un futuro con energía renovable.
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