Hay quien dice que Windows Phone nació en realidad ya muerto. Una plataforma que llegó tarde a una fiesta en la que los reyes hacía tiempo que habían sido elegidos. Eras de iOS o eras de Android, y quien se atreviese a ofrecer o escoger una alternativa estaba destinado a ser el raro, el marginal. No obstante, hubo quien creyó que, especialmente en las últimas versiones, a partir de WP8, habría que prestarle más atención. El problema era que ya no había mucho que hacer.
Los resultados presentados esta semana por Microsoft, relativos al segundo trimestre del año fiscal 2016, dejan claro que aunque Redmond haya conseguido situar a Windows Phone como tercera plataforma indiscutible, el fracaso es total: durante ese trimestre se vendieron solo 4,5 millones de dispositivos Lumia (el mismo trimestre de hace un año esa cifra fue de 10,5 millones). Una caída del 57% es mucha caída. Se vendieron 110 millones de dispositivos Windows Phone, frente a 4.500 millones de dispositivos iOS y Android.
La propia Microsoft aceptó que había perdido y abocó a la plataforma al fracaso hace unos meses, cuando despidió a 7.800 trabajadores de su división de dispositivos, centrándose solo en algunos modelos para mostrar todas las cualidades de Windows Phone. La misma estrategia seguida por Google con sus Nexus, con la diferencia de que Google tiene a todos los fabricantes en el bolsillo, dispuestos a fabricar Androids sin parar, y Redmond no tiene a nadie.
El tema de las aplicaciones no ayuda, ni siquiera con todos los esfuerzos que se han hecho desde Microsoft para ponérselo fácil a los desarrolladores. Con un 2,58% de cuota de mercado, los programadores de apps no tienen ningún interés en estar en Windows Phone, aunque desarrollar la app sea tan fácil como pasarla por el conversor casi automático que lanzó Microsoft hace unos meses.
¿Podría salvarse todavía Windows Phone?
La respuesta posiblemente sea no, pero todavía quedan un par de ideas por probar. La primera es la gran estrategia y esperanza de Microsoft, ese futuro ya casi presente en el que Windows 10 es una única plataforma independientemente del dispositivo que se use. Teniendo en cuenta que en el mundo de los ordenadores Windows sigue siendo la claramente mayoritaria, solo habría que convencer a los usuarios de que tener esa misma plataforma en móviles y tablets haría que todo fuese más fácil.
El problema aquí es que esos usuarios están demasiado acostumbrados a combinar sin demasiado problema su PC Windows con sus dispositivos iOS o Android. En ambas plataformas se han preocupado bastante por intentar que esto sea posible, e incluso Microsoft ha desarrollado apps de Office para iOS que no tienen nada que envidiar a las de su plataforma. Google, mientras tanto, confía con razón en que sus usuarios usan su suite online para todo, algo que pueden hacer perfectamente desde un PC.
Hay también extraños brotes verdes, como el de Reino Unido, donde Windows Phone es la plataforma móvil que crece más rápido (pasó del 2,3 al 9,2% de cuota en un año), según ComTech. No obstante, esto no es suficiente y se limita a ese país. En el resto del mundo, la tendencia es la contraria: una caída en picado que alimenta que cada vez vaya más rápido. ¿Quién va a querer unirse a una plataforma de la que todo el mundo dice que está ya muerta?
Surgen a su alrededor también teorías sobre lo que debería hacer Microsoft para salvar Windows Phone. Una de ellas recomienda a la compañía seguir los pasos de Google con Android y simplemente copiar a iOS. No obstante, esto le robaría también a Windows Phone su principal atractivo y señal de identidad: ser diferente. Además, ¿quién querría probar una nueva copia de iOS teniendo ya a Android? Los próximos meses veremos si las cosas cambian, pero todo parece indicar que no. Adiós, Windows Phone. Fue bonito mientras duró.
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