Todo sucedió cuando una joven del laboratorio comenzó a pasar varias horas del día con el prototipo, probando sus sistemas y cargándole nuevas rutinas (esto en mi barrio se llama “calentar al personal”). Una de estas noches la muchacha se dispuso a abandonar el recinto, sin embargo, Kenji se negó, usando su voluminoso cuerpo para interrumpir su paso y bloquear su salida. Tras esto, procedió a abrazar repetidamente a la chica, que sólo pudo escapar cuando dos funcionarios entraron y desactivaron temporalmente al robot. Ahora, cada vez que nuestro amigo artificial es encendido de nuevo coge al primero que pilla y comienza a vapulearle cariñosamente con sus extremidades hidráulicas de 100 kg. Moraleja: Los androides sueñan con tías de verdad, no eléctricas, ni de plástico. —Alberto Payo [MuckFlash]
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