La espuma antichoque para colchones que vino del espacio
La respuesta vino cuando la NASA llamó a Charles Yost para que desarrollara un nuevo tipo de refuerzo o acolchado para los asientos de los vehículos espaciales y se le ocurrió la feliz idea de inyectar gas en una matriz de polímero, dando lugar a una espuma que contenía miles de millones de celdillas sólidas que se comportaban como si se tratase de un líquido, adaptándose a la presión que recibían.
Se reorganizaban y reajustaban en función del peso que soportaban o las vibraciones a las que se sometían y además respondían a la temperatura: con el calor corporal se ablandaban, ajustándose a la forma del cuerpo y al enfriarse volvían a su estado de firmeza original. De esta manera podían adaptarse a cualquier sujeto, ya no había que hacer los asientos a medida para cada ocupante, y además distribuían equitativamente el peso.
Diversos test llevados a cabo en el Instituto Aeromédico Civil de Oklahoma en los años 80 concluyeron que esta espuma podía resistir un impacto de hasta 36 G conservando la integridad de su ocupante. A partir de esa década la NASA puso a disposición de la industria este material que desde entonces ha multiplicado sus usos, aunque quizá el más extendido sea el de los famosos colchones Tempur y similares.
Aquí tenéis un vídeo con la prueba del algodón de este colchón de espuma: un adolescente espídico saltando sobre una cama con colchón de este material. Por más que salta la copa de agua situada en una esquina del mismo mantiene su posición.
Chicos, no intentéis esto en casa. ─[NASA]