El boom hizo honor a su nombre y fue impresionante. De pronto, sin saber bien de dónde habían salido, las ciudades se llenaron de tiendas en las que se vendía la nueva esperanza para los fumadores: los cigarrillos electrónicos. Y poco a poco la gente que “vapeaba” dejó de ser una visión extraña y se convirtió en algo casi común. Parecía que el negocio había nacido destinado al éxito. Que los cigarrillos electrónicos estaban aquí para quedarse.
Y todavía podría ser así, en cierto modo, pero los últimos meses no han sido fáciles para los fabricantes y vendedores de este nuevo tipo de cigarrillos. Tras ese interés inicial, los consumidores han comenzado a pensárselo. Todas esas tiendas empezaron a colgar el cartel de “cerrado” y los locales, todavía brillantes y nuevos, volvieron a su estado anterior de “se alquila”.
Las cifras son bastante claras: según la Asociación Nacional del Cigarrillo Electrónico (ANCE), en los últimos meses podrían haber cerrado entre el 60 y el 70% de las tiendas físicas que se dedicaban a vender el dispositivo y sus recargas. Y es en el momento de empezar a buscar las razones para esta pérdida de interés repentina por parte de los consumidores cuando uno descubre que hay dos bandos, que hay una especie de guerra.
Por un lado están, claro, los fabricantes y vendedores de los e-cigars, que tienen bastante claro a qué se deben los cierres. “El sector de los cigarrillos electrónicos se ha visto afectado por las noticias negativas en los diferentes medios de comunicación”, asegura Mariana Dummar, responsable de comunicación de la tienda online VAPO.es, lo que ha provocado “el cierre de muchas tiendas físicas, generando una caída de ventas considerable en España”.
El otro lado es el de muchos expertos en salud y miembros de ligas antitabaco. Los que creen que los cigarrillos electrónicos no son la solución de nada y, según el otro bando de la guerra, son los responsables de haber iniciado una campaña de desprestigio en los medios. Su teoría, claro, es otra. “El cierre de tiendas de cigarrillos electrónicos se debe a que estos dispositivos no han sabido responder a las demandas de los fumadores”, explica Francisco Camarelles, vicepresidente del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT), además de todas las “dudas surgidas sobre su seguridad”.
¿Quién tiene razón?
Una de las ideas más extendidas es la de que los cigarrillos electrónicos son un buen método alternativo para dejar de fumar, aunque desde todas partes se advierte de que hay que coger esta afirmación con cuidado. “Hay personas que compran el cigarrillo electrónico y terminan dejando el tabaco”, asegura Marina Dummar, “pero creemos que no hay que iniciarse en el ‘vapeo’ pensando en que se dejará de fumar“.
Dummar, de VAPO.es, explica que “el cigarrillo electrónico no es un medicamento y no es una terapia contra el tabaco”, aunque también aclara que sí que es posible dejar de fumar gracias a ellos. “Por su gestualidad similar, pero no por tener un efecto de medicamento”. El argumento principal del sector de vendedores es que, si bien no significa necesariamente que sus usuarios vayan a dejar de fumar, sí que “son más saludables que el cigarrillo tradicional”.
Esto también lo admiten desde el CNPT, pero advierten que hay que tener cuidado con los detalles. “Es obvio que los cigarrillos electrónicos son menos tóxicos que los cigarrillos de tabaco, pero esto no quiere decir que sean inocuos, tal como nos lo quieren vender”. Es aquí cuando nos encontramos con el conflicto principal: de un lado dicen que vapear es claramente mejor que fumar; del otro, indican que también es tóxico y que todavía no se conocen sus efectos a largo plazo.
Francisco Camarelles asegura que “existen dudas” sobre la seguridad de los cigarrillos electrónicos, por lo que “hay que ser prudentes”. Estos dispositivos, según el vicepresidente de CNPT, “pueden contener sustancias dañinas para la salud (nitrosaminas o dietinelglicol), además de la nicotina”. Además, indica que emitir vapor en vez de humo no significa necesariamente algo bueno. “Es un vapor que contiene agua y otras sustancias que pueden afectar a los pulmones”.
Además, aunque los defensores de los e-cigars niegan que esto ocurra, muchos de sus detractores alertan de otro peligro: en vez de hacer que la gente deje de fumar, pueden servir de puerta de entrada a no fumadores, normalmente jóvenes. “El marketing y promoción agresivos de cigarrillos electrónicos a la juventud está muy documentado”, aseguraban recientemente los 129 expertos en salud en su carta a Margaret Chan, directora general de la OMS. “Hay evidencia en Estados Unidos y Corea que muestra el rápido crecimiento en el uso de los e-cigars entre jóvenes, incluidas algunas tasas alarmantes entre jóvenes que nunha habían fumado un cigarrillo”.
En el fondo de la pelea entre ambas facciones, la razón principal por la que hay cartas, peticiones, notas de prensa y mucha presión lobbística es la ley. Los cigarrillos electrónicos llegaron como algo nuevo que se encontró en una especie de vacío legal. Su regulación, que va poco a poco avanzando, depende de un factor principal: ¿son o no son saludables? ¿deberían ser equiparados al tabaco normal o tener una regulación menos estricta?
De momento la situación va poco a poco avanzando. En marzo de este año, con la aprobación de la Ley de Defensa del Consumidor, empezó a regularse en España en qué lugares debe utilizarse: se prohibe “vapear” en medios de transporte, centros públicos, educativos y sanitarios. Además, se prohibe su publicidad en horario infantil. No obstante, la ley tendrá que adaptarse también a la nueva Directiva Europea de los Productos del Tabaco (DEPT), aprobada en febrero, que prohibe su publicidad y venta a menores.
Esta Directiva Europea, curiosamente, ha sido aceptada de forma bastante positiva por todos los sectores. Desde VAPO.es explican que ofrece “dos opciones” para los fabricantes: “o presentarlos como productos medicinales o someterlos a la legislación que limita la venta y publicidad de los productos del tabaco”. Además, obliga a incluir “mecanismos de seguridad a prueba de niños, a informar en su etiquetado de todos sus componentes y posible peligrosidad”. ¿Es de su agrado? Parece que sí: “Estamos satisfechos con la nueva directiva europea, ya que se debe tener un control mayor en la calidad de los productos y la existencia de solo establecimientos autorizados para su venta”.
Desde la CNPT, aunque ven que se va en buen camino, siguen pidiendo algo más. Hace unas semanas, con motivo del Día Mundial del Tabaco, la organización publicó su informe “La fiscalidad del tabaco y la salud”. En él se incluía su petición de subir los impuestos al tabaco para disminuir su consumo, y se referían también al cigarrillo electrónico. Estos, al “representar una potencial amenaza”, deberían alinear su fiscalidad a la de “los productos tabáquicos convencionales”, al menos “mientras no se demuestre su inocuidad y su eventual eficacia para dejar de fumar”.
Pero ¿qué dice la ciencia? ¿no hay todavía estudios que zanjen el debate?
El tema científico es controvertido. Hay estudios de todo tipo y cada uno de los bandos escoge y cita los que apoyan su tesis. Un ejemplo claro fueron las dos cartas remitidas a Margaret Chan, directora general de la Organización Mundial de la Salud, una a favor de los cigarrillos electrónicos (enviada el 26 de mayo por “especialistas en la ciencia de la nicotina y en políticas de salud pública”), y otra en contra, citada antes, con fecha del 16 de junio, firmada por 129 expertos en salud.
La primera defiende que, si bien los cigarrillos electrónicos podrían tener algún tipo de toxicidad y que sin duda lo mejor es dejar de fumar nicotina por completo, al ser mucho menos dañinos que el tabaco normal deberían ser considerados como “una alternativa de bajo riesgo a fumar”. Aunque esta carta no cita ningún estudio científico (hecho que, por supuesto, mencionan en la otra carta los anti-e-cigars), Marina Dummar da un par de ejemplos.
“Un estudio publicado en una de las revistas de medicina más prestigiosas del mundo, The Lancet, ha puesto de manifiesto que los cigarrillos electrónicos tienen una mejor eficacia que los parches de nicotina para dejar de fumar“, asegura. Y otra investigación de la Universida de East London “ha demostrado que 9 de cada 10 fumadores que utilizaron un cigarrillo electrónico dejaron totalmente el consumo de tabaco”.
Todo esto es desmontado por la última carta a la OMS de los expertos en salud. Además de acusar a los fabricantes de cigarrillos electrónicos de ser en realidad parte de la industria del tabaco, que está haciendo el cambio para ampliar mercado, cita una serie de estudios que echan por tierra todo lo que se cuenta desde el otro lado. “Estudios de todos los fumadores muestran de forma consistente que los que utilizan “sistemas electrónicos de obtención de nicotina” es menos probable que dejen de fumar“.
La situación todavía controvertida de los cigarrillos electrónicos es la normal al tratarse de dispositivos nuevos: es imposible saber cuáles serán sus efectos a largo plazo porque ese largo plazo no ha pasado, y mientras tanto todos quieren imponer su visión sobre la ley. ¿Debería esta ser prudente, y no olvidar que estos cigarrillos “normalizan el acto de fumar” o adoptarlos como alternativa de menor riesgo? Hay de todo, desde países como Australia, Brasil y Turquía en los que se han prohibido (en Australia solo la importación de cartuchos con nicotina), hasta muchos lugares que siguen sin regulación.
Mientras tanto, los consumidores son los que tienen la palabra. El tiempo dirá si la caída de ventas en España es solo algo puntual o si se trata de una tendencia que acabará con la moda de los cigarrillos electrónicos en apenas unos meses.
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