Es obra de Kahp-Yang Suh y su equipo de la Seoul National University y su funcionamiento se basa en una estructura compleja de capas matriciales entrelazadas con recubrimientos de nanofibras de polímeros.
Al producirse un estímulo, se modifica la interconexión entre las nanofibras, cambiando la resistencia eléctrica en pautas discernibles que pueden comprobarse en tiempo real.
Gracias a esto se consigue una especie de piel flexible y elástica con una gran sensibilidad a la presión, la torsión y la cizalla, llegando al punto de incluso de detectar el pulso humano o el rebote de una gota en su superficie superhidrofóbica.
Vamos, que probablemente las versiones animatrónicas de las generaciones venideras del osito de Mimosín estarán amelocotonadas y serán más sensibles que la veraniega espalda quemada de un emo al que le haya dejado su novia tras tatuarse en ella su nombre. Al menos así, cuando nuestros futuros amos robóticos nos estrangulen, lo harán con dulzura. [Nature Materials]
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