El relámpago artificial que veis en esta fotografía viaja a un sexto de la velocidad de la luz.
Estamos hablando de 180 millones de kilómetros por hora. Y a esa “ralentizada” velocidad la cámara ha sido capaz de captar ese fulgor amarillo del extremo del relámpago, una brillante bola de rayos x, que no son sino el producto de la desaceleración rápida de electrones de muy alta carga energética al chocar con un blanco metálico, el pararrayos.
Todo se debe a la velocidad con la que viaja un rayo, podría ir de la Tierra a la Luna en menos de 10 segundos. Y para captarlo ha sido necesario una cámara tan especial, al margen de un mecanismo tan complejo que permitiera sincronizar la cámara con la producción del relámpago. El resultado ha sido un detector de rayos x embutido en una cámara del tamaño de un frigorífico revestido con plomo (para aislar los rayos x), cámara que además era capaz de captar 10 millones de imágenes por segundo. Y además a sólo 30 píxels. Y aún así el rayo salía movido.
Hemos dejado lo mejor para el final. ¿Cómo se produce un rayo? Fácil, lanzas un cohete contra la nube de una tormenta. El cohete va unido a tierra por un cable y cuando el cohete se interna en medio de la tormenta la diferencia de carga eléctrica encuentra su vía de escape hacia la superficie terrestre por el cable… y ya puedes exclamar ¡rayos y relámpagos! ─Antonio Rentero [National Geographic]
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