El primero de ellos ha sido el último anuncio de Julia Roberts para la marca Lancome, para los cuales además firmó una clausula para que las fotos previas a la edición no vieran nunca la luz, posiblemente no por ella sino por el riesgo de que nos convirtiéramos en piedra al verla.
Otra de las afectadas ha sido Christy Turlington en sus anuncios para Maybelline, por lo que probablemente a partir de estos precedentes empezamos a ver unos anuncios más sinceros o al menos no tan irreales.
Y es que cuando un anuncio de un cosmético que supuestamente nos rejuvenece se basa en imágenes editadas cuyo parecido más cercano a la realidad sería el de ponernos barniz, está claro que algo falla. [The Guardian]
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