Al estilo de las GoogleGlasses, una minicámara envía las imágenes que capta a un procesador externo (que puede ser un smartphone) a través de un pequeño cable. Posteriormente mediante radiofrecuencia llegan a un microchip implantado en el ojo que convierte la señal en impulsos eléctricos que el nervio óptico puede reconocer.
A partir de ahí todo sigue el proceso natural, el cerebro interpreta la información y construye la imagen.
En esencia este ojo biónico puede formar imágenes siempre que el paciente tenga sano el nervio óptico y conserve al menos unas pocas células de la retina. Aunque la imagen no será idéntica a la natural al menos se puede distinguir formas y objetos de cierto tamaño.
Actualmente se trabaja con una versión que estimula los nervios de la retina con 98 diodos y ya se trabaja con una “FullHD” que operaría con 1.024 diodos. ─[The Verge / BVA/ Techworld]
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