Los videojuegos, ¿una adicción similar al alcoholismo?
El lucrativo negocio de los videojuegos acaba de poner fin a una controvertida propuesta relativa a cómo considerar la adicción a los juegos.
Parece que los juegos son los malos de la película; como nadie se ha enganchado nunca a los seriales de la tele nos da por decir que los juegos son adictivos, tanto como el alcohol. Esto es, al menos, lo que se pretendía debatir en la reunión anual de la American Medical Association y que un grupo de doctores con luces han paralizado.
Cada vez tenemos menos tiempos de jugar con nuestros hijos, de bajar con ellos al parque, de echar un Monopoli. Vamos con el tiempo justo desde que entramos por la puerta, pendientes de la plancha, de la comida de mañana y de la cena de esta noche. Aunque nos remuerde algo la conciencia dejamos que miren la tele y nos consolamos pensando que son los Lunnis.
Pero lo realmente interesante es que nos parezca extraño que les gusten los videojuegos. Que nos parezca extraño que prefieran interactuar con una máquina que mirarla, si hablamos de la tele; o de obedecerla si somos nosotros a quienes nos referimos. Nos echamos mano a la cartera y tras verla vacía afirmamos hinchados de orgullo que no tenemos contacto con los videojuegos porque “enganchan”, como la piscina en un día de verano. Pues sí, es cierto que el juego excesivo afecta a un 10 por ciento de jugadores, pero de ahí a generalizar, o a que se considere una enfermedad mental va un paso.
Digo yo que más Brain Training y menos seriales; más Viva Piñatra y menos dibujos; más juegos multijugador y menos vídeos. Porque la oferta de juegos y consolas es amplísima. Más videojuegos y más niños y, como todo, con control.