Micronet, 20 años innovando
Creada formalmente en enero de 1984, la compañía acaba de cumplir 20 años, años de luchas y éxitos. ¿Cuál es su historia?
Micronet, un ejemplo
A lo largo de sus más de 20 años de vida, Micronet, con capital y tecnología completamente españoles, se ha sabido situar en el podio del mercado de software en España. Desde su premiado Knosis, a su archiconocida Enciclopedia Universal Micronet o a su entrañable Pipo, Micronet es una de las compañías líderes del mercado educativo de nuestro país. Y es que la aplicación de su propia tecnología, junto con la elaboración de contenidos de una altísima calidad, permiten a esta compañía elaborar sus propios productos con garantía de éxito, compitiendo con las grandes multinacionales del sector
Gerardo Meiro, director general de la compañía, además de fundador y principal accionista, ha accedido a hablar con itespresso.es sobre los inicios de Micronet que, aunque formalmente lleve 20 años de actividad, tiene algunos más debajo de la alfombra y algunas curiosidades que contar a una generación, la actual, que ha nacido con un PC debajo del brazo y el omnipresente logo de Windows, pero que poco sabe de aquellos primeros ordenadores de fichas perforadas o de la España de los 80, cuando un ordenador era cosa de Centros de Investigación. ¿Cuál ha sido la evolución de Micronet a lo largo de estos años? Gerardo Meiro nos lo cuenta, en primera persona y, como fundador, retrocederemos algunos años antes de que Micronet apareciera en el mercado. Esta es la historia de Micronet, de Gerardo Meiro y de una España que de la nada, tiene ahora mucho que decir en materia de tecnologías de la información.
Mi primer ordenador
Soy ingeniero de Telecomunicaciones y la primera vez que cayó en mis manos un libro de informática creo que fue en 1968 y la primer vez que toqué un ordenador fue en 1970, un IBM 16-20 de la Universidad de Zaragoza. Luego seguimos trabajando con el 70/90 que tenía el centro de Cálculo de Madrid, que era muchísimo más rápido, como 200 o 300 veces más potente. Nosotros perforábamos en fichas los programas y los datos en Zaragoza y los enviábamos a Madrid, donde los procesaban y, al día siguiente en un maletín nos enviaban los resultados. Era un poco frustrante porque te equivocabas en una coma y todo tu paquete de fichas de datos había ido a Madrid, había vuelto, y no funcionaba. Y cada programa podía tener 2.000 o 3.000 fichas.
Luego empezó a evolucionar la tecnología y a principios de los 70 llegaron las calculadoras electrónicas. En la facultad hicimos una huelga para que no pudieran utilizarse en los exámenes porque no había muchos estudiantes que pudieran permitirse el lujo de presentarse al examen con una calculadora científica y suponía una ventaja impresionante. Al final los profesores acordaron que sí se podían llevar las calculadoras pero que ellos harían los exámenes con letras en lugar de con cifras, por lo que las calculadoras no tenían sentido.
Luego, al final de los ’70 empezaron a aparecer los primero microordenadores. En un centro de investigación en el que estuve trabajando, había un microordenador del tamaño de una mesa de despacho, pero que ya utilizaba un chip y una cinta de casette para guardar los datos y los programas.
Continuó pasando el tiempo y por una parte salió el Spectrum y algunos juegos de ordenador muy sencillitos, pero sobre todo apareció en Estados Unidos un ordenador, el TRC 80, que costaba 80.000 pesetas, unas tres o cuatro veces el salario mínimo, y que era una máquina que incluía un casette, era un orderador de 8bits y me lo compré para casa. Aquí habría que destacar que el concepto ha cambiado porque cuando ahora la gente se compra un ordenador para casa es para gestionar sus fotografías, escribir textos, piensa en navegar por Internet… entonces estas aplicaciones no estaban listas. En aquel entonces quien se compraba un ordenador se lo compraba para trabajar y yo me lo compré para hacer cosas de electrónica y empecé a jugar con él y estuve trabajando sobre reconocimiento de voz por ordenador, creando incluso circuitos electrónicos específicos y poco a poco me fui metiendo en el mundo de la informática.
Mis primeros pasos
Al final dejé el trabajo y abrí un local en Duque de la Serna. Durante un año más o menos intentamos hacer algunas cosas, como clónicos, porque ya salió el PC. Estuvimos buscando vías de financiación para ese tipo de proyectos, muy distintos de lo que es ahora el negocio de Micronet y bueno, la España de 1980-84 no tiene nada que ver con la actualidad. El caso es que ninguno de los proyectos funcionó porque no había financiación.
En el caso de los clónicos recuerdo la respuesta que nos dio el entonces presidente del Grupo Telefónica: nos dijo que el tema le interesaba pero para hacerlos uno a uno y le contestamos que, o se ponía en marcha una línea de fabricación de al menos 100 unidades o que el tema no salía, y no salió. Y entonces nos dedicamos a fabricar de todo, puesto que era muy buen conocedor del ordenador, desde unidades de disco duro, floppis, fuentes de alimentación, etc.
Por aquel entonces merece la pena comentar el tema de ‘la maleta’. A principios de los ’80 pensar en importar software era una locura, no te dejaban importar software. No podías no porque hubiera una ley en contra, sino porque si a un funcionario de aduanas le decías que un disquette costaba 100.000 pesetas de las de entonces, lo que pensaba es que estabas sacando divisas al extranjero sin permiso. Y solicitar un permiso de importación era… la gente no se lo imagina.
Cuando empiezan a llegar los PCs, la gente busca herramientas, herramientas para poder hacer programas. Lo que ahora es tan tonto como el Basic antes había que importar los programas y la única manera era coger una maleta, irte a Estados Unidos o Inglaterra, meterlos en una maleta y traértelos. Y cuando llegabas a la aduana y te preguntaban les decías que libros y como estaba todo lleno de manuales pues no te ponían demasiadas pegas, y ahí fue un poco el comienzo.
Había un mercado, había muchas ilusiones. Yo tenía ganas de hacer cosas, sabía el qué, pero lo que no sabía es que eso no era rentable y a mitad de camino tuvimos que empezar a nadar por otros derroteros. Entonces fue cuando empezamos a traer software, también fabricábamos discos duros, automatismos, etc… y al mismo tiempo empezamos a programar porque teníamos capacidad para hacerlo y empezamos con programas de gestión al principio y ahí fue cuando se inició la historia.
Fuimos dejando el hardware un poco de lado hasta que definitivamente nos dedicamos exclusivamente al software. Manejamos dos líneas, una que fue de distribución y otra que fue el desarrollo propio de software. Durante los primeros años esas líneas se fueron combinando más o menos a la par hasta que en 1984 abandonamos la distribución de software y nos dedicamos exclusivamente a la creación de software.
El 23 de enero de 1984 nace Micronet con el objetivo de ser una empresa desarrolladora de software para el almacenamiento de información
Knosys, una revolución con casi 20 años de antigüedad
Nuestros primeros productos de software fueron relativamente tempranos. En 1986, lanzamos un producto que fue muy popular y que sigue existiendo todavía: Knosys, un programa que revolucionó los sistemas de bases de datos documentales en España y cuya versión 3.0 recibió el premio al mejor software español por la revista PC Magazine en el año 1988.
Intentamos vender Knosys en Estados Unidos y a pesar de que no había un producto semejante, no teníamos capacidad de marketing para el mercado norteamericano. Lo vendimos en Chile, Argentina, Alemania, pero eso, dentro de lo que cabe, eran mercados marginales. Es decir, la capacidad que tiene una compañía americana que hace un producto y los inversores que apuestan por ese producto, aquí es como la ruleta.
Al final nos dimos cuenta, fundamentalmente por la idiosincrasia de las compañías europeas, de que era imposible lidiar con el software americano. Porque tú puedes ir a una gran compañía aquí en España a presentarles un programa mejor que el que están utilizando, más barato incluso y te dicen que el que tienen está impuesto por la matriz americana; por lo tanto tienes que vender en Estados Unidos.
Cuando nos dimos cuenta de todo esto, empezamos a utilizar el Knosys y las herramientas que teníamos para el tratamiento de la información en la publicación de información en CD-ROM. Fuimos la primera compañía española en editar CD-Rom y compramos una máquinas que costaban 8 millones de los de entonces, compramos grabadores de CD-ROM, que también costaban un montón y empezamos a publicar en CD-ROM e iniciamos una idea, pero que duró muy poco, que fue acercar al segmento de consumo los programas de ordenador, y lanzamos Línea 10 en 1991: una línea de productos que todos tenía un precio de 10.000 pesetas: un módem, un programa de comunicaciones, una base de datos, una hoja de cálculo, algunos juegos… Invertimos mucho, salimos al mercado con más de 30 productos pero no tuvimos suerte. Entonces el ordenador todavía no estaba implantado en casa y el que lo tenía prefería llevarse el programa de la oficina.
Por lo tanto, realmente los primeros productos de consumo son del año 89/90, después hicimos un juego, una recreación del viaje de Colón, luego en el 92 hubo una crisis en España y en el sector de la informática y hay una bajón en todas nuestras actividades y hacia 1995 empezamos de nuevo a lanzar enciclopedias, productos de consumo, independientemente de que la línea profesional siga existiendo. Y eso ha sido un poco la evolución de Micronet.
Una evolución cargada de éxitos y de multitud de programas entre los que cabe destacar la Enciclopedia Universal Micronet, cuya primera edición data de 1995, siendo en 2000 la fecha en la que nace www.enciclonet.com, la Enciclopedia Universal en Internet.
La burbuja de Internet
La historia del acceso a Internet para Micronet ha supuesto un cambio fundamental como pudo ser la fiebre del oro en Estados Unidos. Hubo gente que viajaba en el barco que navegaba por el Atlántico, procedente de Senegal y terminaba en California dejando el barco abandonado en el Puerto de San Francisco, donde todos los tripulantes se iban a buscar oro. De los 200 marineros que llegaron a San Francisco habían muerto el 90 por ciento y a lo mejor uno de casualidad encontró un filón y se hizo rico.
Pues con lo de Internet ha ocurrido lo mismo. La fiebre del oro afectó a toda la economía, llegó a provocar que recursos de todo tipo de desviaran a la búsqueda de oro y con Internet ha pasado lo mismo. Micronet ha tenido bajas laborales de gente que con la fiebre de Internet se fue a trabajar a otros lados porque le habían prometido futbolines a que cuando estuviera cansado le iban a dar un masaje y que tres meses después estaban en el paro buscando trabajo.
Nos afectó, como creo que a todas las compañías en general, porque fue una auténtica locura. Aquello fue la fiebre del oro e hizo mucho daño a todos, en primer lugar porque fue la primera vez que los medios financieros españoles realmente se meten en capital riesgo y a financiar aventuras tecnológicas, porque hasta entonces había sido muy tradicionales, y se mete unos batacazos impresionantes. Como consecuencia de este fiebre de Internet volvemos a estar en la situación anterior, que los medios de inversión son absolutamente conservadores.
Futuro de Micronet
Yo creo que la imagen que tiene la gente de nosotros es que somos una empresa seria, creo que damos la cara con productos que, podrán ser más o menos oportunos, pero que tienen una buena calidad precio. Nuestra cartera de productos siempre está ligada a la cultura, no aprovechamos las modas sino que nuestras líneas se plantean desde una cierta ética. Somos una empresa que apuesta por sus productos. Y el futuro de Micronet es mantener la misma línea.
Por otra parte, me gustaría hacer un llamamiento a los políticos, que no hacen más que hablar del número de ordenadores que van a tener los colegios, ¿cuándo van a hablar de los productos multimedia para las escuelas?