Una de las piezas clave para convertir a España en un destino de la externalización de calidad son los idiomas. Encontrándonos inmersos en un conglomerado de países con diferencias idiomáticas profundas, el fortalecimiento de la oferta debe centrarse en la expansión y perfeccionamiento de los idiomas.
España es un país con un escaso bagaje idiomático en el que sólo se ha fomentado levemente el uso del inglés y el francés. Este hecho redunda en un defecto grave competitivo con respecto a países de tradición sajona como Holanda, Alemania, los países escandinavos, aunque algo menos notorio respecto a los países latinos de Europa y las islas británicas.
Este condicionante idiomático se agudiza cada vez más en todos los campos. Este frente común con un polo septentrional es difícilmente combatible con los medios actuales, aunque la raíz latina de los idiomas de los países del sur tendría que ser un acicate a la hora de desarrollar su uso.
En definitivas cuentas, el futuro laboral de España pasa por marcar una ruta para la proliferación de los conocimientos en idiomas. Algo que ahora no poseemos y que seguro nos garantizará mayores oportunidades en todos los niveles.
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