En los últimos tiempos, la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) se ha ganado el título de agencia estadounidense más controvertida, desplazando a la tradicional CIA. Los escándalos de espionaje desatados tras las revelaciones de Edward Snowden dejaron a la NSA en una posición muy incómoda ante la opinión pública, y, lo que es más importante, ante las grandes empresas de Internet, molestas por las presiones sufridas para suministrar datos de sus usuarios.
Por eso, las primeras actuaciones del nuevo director de la agencia, Michael Rogers, han ido encaminadas a firmar la paz con las principales empresas tecnológicas estadounidenses. En los siete meses transcurridos desde que tomó las riendas de la NSA, Rogers se ha dirigido a ellas dos veces con un mensaje similar.
La segunda fue ayer, en la Universidad de Stanford, donde Mike Rogers se reunió con 100 profesores, estudiantes y periodistas. El boss de la NSA prometió a los asistentes que visitaría Silicon Valley dos veces al año para despejar sus dudas, y aprovechó para animar a los futuros expertos tecnológicos a trabajar en la NSA.
Para ello, ofreció una recompensa que ningún paquete de beneficios de Google o Apple podría igualar. “Vamos a darles la oportunidad de hacer algunas cosas interesantes que no pueden hacer en cualquier otro lugar. Vamos a darles la responsabilidad temprana, que es parte de nuestra cultura”.
Según CNET, Rogers también tendió puentes con las empresas de tecnología, reconociendo que podrían tener buenas razones para responder negativamente a las solicitudes de colaboración de la NSA. “No nos hace ningún bien demonizar a ambas partes. Las personas razonables pueden llegar a diferentes conclusiones acerca de lo que es apropiado y no apropiado”, dijo Rogers.
Asimismo, señaló que existe una diferencia entre la forma en que Estados Unidos lleva a cabo sus operaciones de vigilancia y la de otros países, una diferencia que podría tener “importantes implicaciones económicas”. Según el director de la NSA, otros países “utilizan el poder del Estado-nación” para infiltrarse en las empresas privadas, hacerse con secretos corporativos y usar esos secretos para mejorar las empresas de sus países. “Yo no voy a las empresas extranjeras a robar datos y pasárselos a [las empresas estadounidenses,]”, sentenció Rogers.
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