Esta ha sido una buena semana para Microsoft. Satya Nadella podría pasarse varios días leyendo las crónicas de los periodistas que asisitieron a su evento del pasado martes, bañándose en elogios y en frases que aseguraban que la compañía de Redmond por fin lo había logrado, que la ponían frente a frente con la mejor época de Apple, que de pronto habían lanzado un producto que despertaba el deseo. En el centro de todas las crónicas estaba el Surface Book, el primer portátil de Microsoft.
Con este evento Microsoft dejó claro que sus pinitos en el hardware van en serio y que no lo van a abandonar, como parecían indicar sus primeros intentos fallidos (el primer Surface y el desastre económico de la compra de Nokia). ¿Qué clase de loco iba a querer seguir intentando meterse en un negocio en el que no hacen más que darse golpes cuando tienen otro, el del software, con éxito casi asegurado? Algo pasó este martes y ahora de pronto todo el mundo entiende que Microsoft esté ahí.
La estrategia de Redmond bebe tanto de Apple como de Google. La inspiración parecía haber nacido en Cupertino a la hora de aprender a crear expectación alrededor de un evento (todos destacaron que la presentación había sido un in crescendo muy emocional), y al presentar algo nuevo e inesperado, queriendo “reinventar” una categoría preexistente. Además de, claro, al presentar dispositivos en los que la compañía es responsable tanto del hardware como del software, con todo lo que eso significa.
Era fácil pensar también en Google al darse cuenta de que lo que busca Microsoft con sus dispositivos no es tanto convertirlos en superventas, como demostrar de qué es capaz un software, en este caso Windows 10, cuando va en el hardware adecuado. Como Google con sus Nexus, con la diferencia de que los de Mountain View no son en realidad los fabricantes.
¿Dañará esto a la relación de Microsoft con los fabricantes?
Esta era la gran duda de todos y la pregunta que más veces se hizo a Satya Nadella. La respuesta, sacada también del libro de Google, es que no buscan quedarse con el mercado ni dañar a sus partners. Lo que esperan es un poco que los fabricantes de PCs con Windows (es decir, casi todos) se pongan las pilas. Si es posible hacer algo tan emocionante como el Surface Book con este sistema operativo, ¿por qué no lo estáis haciendo?
Es lo mismo que se dijo de Google cuando empezó a cerrar acuerdos con determinados fabricantes para que hicieran los Nexus. ¿No iban a enfadarse el resto de partners y decidir dejar a Android de lado? El riesgo que corría entonces Google y que corre ahora Microsoft es mínimo: los fabricantes no tienen demasiada elección. ¿De verdad iban los ofendidos por Google a pasarse a Windows Phone? ¿Van a cambiarse ahora los de Windows a Chrome OS, Firefox OS o Linux? Abandonar el barco que prefieren los consumidores es demasiado arriesgado.
La actitud de Microsoft, además, ha cambiado mucho. Lejos de ser aquel gigante que hacía pensar en un gris y terrible monopolio hace unos años, bajo las riendas de Satya Nadella, CEO desde hace dos años, se ha vuelto algo más zen y abierta. De pronto hablan de colaborar, de querer ofrecer experiencias abiertas, se dejan ver en eventos de Apple que presentan productos que compiten con los suyos, y de no querer guerras con nadie.
“Los dispositivos van y vienen; tú permaneces”, dijo Satya Nadella en el evento del martes. Más tarde, cuando en The New Yorker le preguntaron por esa frase, se explicó: “La lección que hemos aprendido es que va a haber más informática personal en nuestras vidas”, que va a haber muchos dispositivos que irán cambiando en forma y funciones, por lo que “no te puedes enamorar de una única cosa que sea el centro de todo para siempre“. O, lo que es lo mismo, hay sitio para todo y para todos, hay que innovar y crear productos nuevos, hay que adaptarse al fluir del tiempo. Be water, my friend.
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