LinkedIn salió a bolsa en mayo de 2011. El mismo año en el que dieron el salto al parqué compañías del mundillo de las redes sociales como Zynga, Groupon o Pandora. En 2012 le tocaría el turno a Facebook y en 2013 sería Twitter. Ya cuando esta última se estrenó en bolsa se hablaba de la burbuja de las redes sociales y ninguna de ellas veía que sus acciones tuviesen una buena trayectoria. Había una excepción: LinkedIn.
Se puede hablar de Facebook también, pero los comienzos de la red social de Mark Zuckerberg en bolsa fueron dignos de pesadilla. No volvió a ver los 38 dólares del precio inicial de sus acciones hasta más de un año después, cuando pareció que por fin se había enderezado. Ahora todo el mundo sabe que crece y crece sin parar.
LinkedIn no pasa por un buen momento, eso es cierto, y el valor de sus acciones no siempre creció sin pausa, pero es fácil ver que sigue siendo un poco la niña bonita de Wall Street. De los 93 dólares por acción con los que se estrenaron llegaron a épocas en las que cotizaban por encima de los 250 dólares, e incluso ahora, en las que se podrían llamar sus horas más bajas, las acciones están por encima de los 100 dólares.
La razón de este amor con algunos momentos de distanciamiento (como cuando los resultados del último trimestre de 2015 apuntaron a un estancamiento en su crecimiento), pero bastante constante es que la red social profesional tuvo dese el principio claro algo que el resto de sus compañeras tardaron años en perfilar: un modelo de negocio.
El secreto de LinkedIn fue siempre saber distinguir a sus públicos y tener claro de dónde iban a sacar el dinero. Por un lado, tenían a los usuarios de a pie, esos que abren un perfil a modo de curriculum vitae online y esperan encontrar trabajo gracias a él. Con esa enorme base de datos de trabajadores, se dirigieron hacia departamentos y empresas de Recursos Humanos. Por un módico precio de entre 900 y 6.900 euros al año dependiendo del tipo de cuenta, se tiene acceso a los datos y, sobre todo, a un potente buscador que permite encontrar al candidato perfecto.
Con esta idea y con datos de beneficios trimestre tras trimestre que demostraban que LinkedIn funciona, la firma de Jeff Weiner no tuvo nunca mucho problema para ganarse a los inversores. En los últimos meses, eso sí, esa relación de amor pasó por un momento difícil: pese a superar previsiones con sus resultados del último trimestre de 2015, varios analistas indicaron que el futuro pintaba algo menos de color de rosa, lo que provocó que las acciones se desplomasen un 7% (bajaron un 45% en tres meses).
Los últimos resultados, no obstante, presentados esta semana, parecen reanudar el idilio: superaron lo esperado y mejoraron sus previsiones internas de ingresos para 2016 (50 millones más que hace tres meses). Accionistas e inversores respiran tranquilos: LinkedIn sigue siendo de fiar.
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