¿Quién quiere llenarse de barro cuando tienes al alcance de tu manita una pantalla táctil ultracompacta? Se preguntan los pequeñajos. El caso es que razón no les falta (¡si hasta el tamaño de los botones parece hecho para ellos!), pero lee la siguiente historia y verás hasta dónde llega la adicción si no se les controla, según el New York Times:
“Natasha Sykes, madre de dos hijos residente en Atlanta, recuerda la primera vez que si hija, Kelsey, ahora de tres años y medio, pero entonces de dos, sujetó el iPhone de su marido. ‘Apretó el botón y se encendió. Recuerdo sus ojos. Fue como “¡whoa!”‘ […] Kelsey preguntó por él. Entonces lloraba para conseguirlo. ‘Era como si siempre quisiera el teléfono’, dice Sykes. Un día, después de seis horas de búsqueda, su marido y ella lo encontraron bajo la cama de Kelsey. Entonces se rieron, pero también sintieron algo de preocupación. Kelsey y su hermanito de dos años, Chase, tienen bloques, Legos, bolas que botan, coches de juguete y libros. (‘Les encantan los libros’, dice Sykes.) Pero nada se puede comparar al iPhone. ‘Si saben que tienen la opción del teléfono o los juguetes, elegirán el teléfono‘, afirma Sykes.”
Esto es perfectamente comprensible. ¡Si los adultos también somos adictos! Rara es la persona que no se haya enganchado a bajar y probar apps para su iPhone. Y quien dice iPhone, dice aplicaciones para Android o cualquier otro.
De hecho, Kathy Hirsh-Pasek, profesora de psicología, afirma que no es malo siempre que sea como complemento a su desarrollo. Pero si se les deja con lo único que quieren de manera descontrolada, no sabrán luego adaptarse a distintas situaciones reales, producto de su única interacción con una pantalla. La misma Kathy afirma que “Es un teléfono mágico. Yo misma soy adicta a él“. ¡Pues vaya!
Es comparable a cuando el niño te pide comer helado. Y más helado. Y sólo helado. Le tienes que decir que no, que hay más cosas que son importantes: con el teléfono pasa lo mismo. Y si llora, que llore. Si lo dejas a su libre albedrío, puedes imaginarte la próxima generación de personas: zombis que tendrán dificultades en relacionarse con todo lo que no se vea entre el marco de la pantalla. ¿Exageración? ¿Realidad? — Javier G. Pereda [New York Times, Imagen: NYT]
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