Y yo que pensaba que Benny Hill había acabado con los últimos vestigios del humor británico. Pero no. Por fortuna es el propio gobierno británico el que se gasta bromas a sí mismo que son para partirse el pecho de la risa. Lo último es un pequeño chiste en la cacareada implementación de su NIC (National Identity Card, el DNI a la inglesa). Se han currado unas tarjetas de alta tecnología, biométricas nada menos, para tener controlados (y seguros) a los súbditos de la Reina, lo que les ha costado 4.513 millones de libras (unos 5.168 millones de euros). Pero no han presupuestado ni un penique para comprar los lectores biométricos necesarios para sacar partido a esos NIC. Y lo mejor es que, de todos los seres humanos que hablan durante horas sobre el tiempo y toman el té a las cinco, ha tenido que ser un experto en seguridad de Cambridge el que diga algo como: Sin sus lectores, los sistemas biométricos no sirven para anda. Mejor todavía, el gobierno no va a tomar medidas: será una decisión futura de los fabricantes de dichos dispositivos (?) y las organizaciones responsables (??). Nosotros podemos reírnos a gusto, pero si fuéramos ingleses tendríamos un cabreo considerable: menuda pérdida de pasta en tiempos de crisis. — Rafa M. Claudín [CrunchGear]
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