Las impresoras tridimensionales comienzan a ser algo no estrictamente propio de la ciencia-ficción.
A partir de materia prima maleable se pueden inyectar capas y capas de material hasta conformar complejas estructuras que terminan siendo (o pareciendo) casi cualquier objeto tridimensional imaginable, hasta un coche que funciona y todo. Pero lo interesante es que la materia que se inyecta en la impresora sea comestible y que lo que obtengamos se pueda comer. Este proceso se ha denominado “fabricación de sólidos de forma libre”.
Unos inyectores que contienen sustancias comestibles en forma de sirope van moldeando objetos con mucha más perfección que si se hiciera de modo manual, como podéis apreciar en las fotografías que os acompañamos, terminando en galletas no solo comestibles sino apetecibles. Ahora falta probarlas para constatar que también son suculentas. ?Antonio Rentero [Designboom]
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