Como con los códigos de barras habituales, los acústicos son un montón de líneas más o menos anchas, bueno, en este caso más o menos espaciadas y con la peculiaridad de que tienen relieve.
¿Para qué? La idea es que al pasar un objeto relativamente duro por ellas se produzca un sonido. El espaciado hace que el sonido tenga un “ritmo” peculiar, que es registrado por un micrófono de contacto, en el caso óptico, o uno normal que esté lo suficientemente cerca.
Gracias a los smartphones esto se simplifica enormemente, pudiendo usarlo directamente para pasar por la superficie y que una aplicación sencilla realice la acción registrada con el código.
Su gran ventaja es lo increíblemente fácil de producir que es de manera local, sin necesidad de acudir a componentes electrónicos, y que incluso lo puedes hacer por tu cuenta con un cutter o soldador. Además no necesita usar cámaras ni sensores especiales, simplemente micrófonos.
El problema, que el desgaste puede hacer mella en las señales, aparte de que la información está muy limitada comparado con los QR o NFC.
Aún así no hay que verlo como sustituto de otras etiquetas, sino de un complemento que además podría tener grandes utilidades para la gente con problemas de visión, una especie de código de barras braille muy fácil de localizar y registrar pasando el dedo, sin necesidad de tener que encuadrarlo o acertar su posición con el móvil. [Chris Harrison]
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