Os preguntaréis que extraño trauma le ha llevado a este hombre a crear algo tan aberrante. No, no se trata de una sórdida parafilia sino de una demostración de su idea en la que los robots deberían también utilizar olores para interactuar con los humanos.
¿Un sobaco? Bueno, pocos elementos del cuerpo son tan característicos en la generación de errores sin que parezcan un juguete sexual. De todas maneras la idea es integrar glándulas que segreguen diferentes “aromas” para cada situación.
Por ahora en sus diseños plantea los olores del miedo, enfoque y confianza usados en diferentes tipos de robots para mejorar la interacción con los humanos.
Al parecer en varios estudios científicos se ha demostrado que el sudor es capaz de contener productos químicos que cambian el estado y humor de los humanos que lo perciben.
Lo cierto es que estos estudios tampoco son muy necesarios para demostrarlo, basta montarte ahora en verano en un bus sin aire acondicionado para que puedas comprobar personalmente los efectos de los aromas sobaquiles. [We Make Money Not Art]
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