Tras muchos años de promesas que aseguraban que el pago móvil era ya casi una realidad, el casi ya se puede eliminar: en España ya se puede pagar usando el teléfono móvil. Los responsables de la llegada del sistema son Samsung, que lanzaron Samsung Pay esta semana en nuestro país, elegido como primer mercado europeo en el que desembarcar (y cuarto del mundo).
Aunque de momento se trata de algo bastante limitado, disponible solo para clientes de CaixaBank e ImaginBank, la firma surcoreana ha dicho ya que pronto se lanzarán también con Abanca y Banco Sabadell y que están trabajando para conseguir acuerdos con más entidades bancarias. En cuanto a los establecimientos, cualquiera con una TPV contactless puede usar el sistema. En otros países funcionan también con las TPV tradicionales (las que leen tarjetas magnéticas), pero debido a la penetración del contactless en España decidieron que no es necesario lanzar esa compatibilidad extra.
Los usuarios, por su parte, además de la tarjeta del banco adecuado, deben contar con un terminal Samsung Galaxy 6 o 7, el A5 versión 2016 o el Note 5.
¿Por qué España? Desde Samsung ofrecen dos argumentos: en primer lugar, la penetración de los smartphones en nuestro país, que con un 88% es la más alta del mundo. Este hecho, combinado con el de la penetración de las tarjetas de crédito (según Ipsos, el 64% de los consumidores españoles las usan en todas o la mayoría de sus compras), convierte a España en un mercado muy atractivo para probar Samsung Pay. La infraestructura está lista, pero ¿lo estamos los consumidores?
¿Tendrá éxito Samsung Pay?
¿Por qué usar Samsung Pay o cualquier otro sistema de pago móvil cuando desembarquen aquí -se espera que Apple Pay lo haga este año? La firma surcoreana asegura haber trabajado mucho para crear un sistema que sea sencillo de usar y seguro, las dos claves que determinarán su éxito o trabajo. Si el sistema es seguro, se trata de lograr que los usuarios saquen el smartphone y no la cartera del bolsillo.
Si los clientes tienen ya el teléfono en la mano -algo muy común -, la ventaja sobre las tarjetas está clara: no tienen más que abrir la app, autentificar el pago, y acercar el móvil a la TPV. Si el smartphone está en el bolso o bolsillo, el reto es ya más complicado, especialmente si el consumidor tiene una tarjeta contactless, que hace que el proceso sea más rápido y gana al smartphone al no tener que abrir ninguna app.
Después está, claro, la fuerza de la costumbre. Sacar el smartphone en vez de la tarjeta requiere cambiar un hábito en el consumidor. Los sistemas de pago móvil, disponibles en otros países (especialmente Estados Unidos) desde hace ya más de un año, no están teniendo el ritmo de adopción esperado debido a varios factores: fallos en las TPV a la hora de registrar los pagos (frecuente hace un año, se supone que ya no), el propio desconocimiento de los empleados de las tiendas, que no saben cómo ayudar al cliente en el proceso, y la sensación general de que el pago móvil no ofrece suficientes ventajas sobre la tarjeta como para ni siquiera probarlo.
Que los usuarios no estén demasiado interesados, por supuesto, no tiene por qué ser un obstáculo: el hecho de que tanto Google con Android Pay, como Apple estén también en plena lucha para conseguir que cambiemos de sistema de pago significa que harán todo lo posible por cambiar el sentimiento de los consumidores. Harán falta algunos meses para ver si lo consiguen.
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