Encontrar en la misma frase las palabras Microsoft y cool era solo posible cuando en entre ellas aparecía el nexo “no es”. Ni siquiera cuando la firma de Redmond era un ejemplo de éxito y cosas marchando bien (que ahora no es que les vaya mal precisamente, pero todo el mundo ha visto el cambio de tendencia) se habló de que fuese una compañía cool. Y no pasaba nada, no tenían ninguna necesidad de serlo. Sus clientes, las grandes empresas, no buscaban eso en ellas. Y los usuarios de a pie tampoco.
¿Qué pasó? Como a muchas empresas que nadaban en el éxito en la era pre-smart, la llegada de los smartphones los pilló por sorpresa. Reaccionaron tarde y lo hicieron mal, y vieron cómo de pronto el mundo tecnológico era tomado por firmas con espíritu de startup, por CEOs que no se quitaban la sudadera ni para encontrarse con inversores, por visionarios que volvían loca a la gente, por la desaparición de las corbatas y los trajes grises. De pronto la cultura startup, con su evidente aura cool, empezaba a ganar. Y Microsoft no era más que un gris mastodonte que parecía romperlo todo al intentar moverse.
Entonces, hace un año, Satya Nadella se convirtió en el nuevo CEO de la compañía. Su imagen parecía decirlo ya todo: gafas de pasta, ropa business-casual, interés por la poesía, y ese aspecto de persona, en definitiva, moderna. El reto más importante y difícil que tenía por delante era hacer que Microsoft volviese a importar, que fuese lo suficientemente cool como para que los desarrolladores pensaran en hacer sus apps para su plataforma.
Un año después, decir que Microsoft es cool es quizá exagerar un poco las cosas, pero todo parece indicar que Nadella ha conseguido cambiar el rumbo de su mastodonte para parecerse a sus grandes rivales. La presentación de HoloLens a principios de año fue todo un golpe en la mesa y un desafío lanzado a Google y a Facebook. Ni Google Glass, ni Oculus Rift parecieron nunca un producto acabado, listo para llegar a la gente. HoloLens, dicen los que lo han probado, sí lo es.
Un lavado de imagen profundo y continuado
Darle a Satya Nadella todo el mérito de lo que está pasando en Microsoft no sería justo. La compañía era consciente de su problema de imagen ya en los últimos momentos de la era Ballmer, y el nombramiento de Nadella como CEO no parece más que un paso más en una estrategia que llevaba ya un tiempo gestándose. El mejor ejemplo es el de Hotmail, un servicio que de alguna forma representaba todo lo que iba mal en la compañía, y al que Microsoft cambió de nombre y diseño para iniciar una etapa nueva.
Hubo más pasos, ya dentro del mundo de Nadella. La llegada de productos de Microsoft (como Office) a otras plataformas (como el iPad), la decisión de dejar actualizar a Windows 10 de forma gratuita, y sobre todo esa sensación de que en la firma han vuelto a pensar en la innovación. En un momento en el que la industria tecnológica busca de forma ansiosa la nueva revolución (han pasado cinco años desde el iPad), HoloLens ha hecho que las miradas se vuelvan hacia Microsoft. Una compañía hacia la que hacía años que nadie miraba.
Más allá de las gafas de realidad aumentada, esta semana la firma de Redmond dio un paso más hacia esa nueva vida en la que quiere poder volver a tratar de tú a Google y Apple: compró Sunrise, una de las apps de productividad (es una agenda) más populares y mejor valoradas para iOS y Android. ¿Será Windows 10 todo eso que prometen? ¿Les saldrá bien lo de una plataforma para todos los dispositivos?
Cambiar de imagen en un año es imposible y pasarán años antes de que alguien “ame” Windows (eso es lo que dijo Nadella que quiere), pero el camino tomado parece el correcto. Ahora hay que hacer las cosas con cuidado y no volver a las andadas o a temas de monopolio. Como tiene apuntado Jeff Bezos en un documento en el que intenta capturar la esencia de lo “cool”, “los exploradores son cool; los conquistadores no”.
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